Quillabamba en mi Corazón


Cuando un fraile dominico en Perú termina los estudios de Teología y ha hecho su profesión solemne, se encuentra habilitado para poder integrarse a una comunidad que ya se encuentra acompañando a una feligresía (misión, parroquia, convento). En el caso de los frailes que descubren su vocación para el sacerdocio, deben pasar el diaconado. Así, llegué ordenado de diácono el 26 de febrero del 2018 a la ciudad de Quillabamba, después de un viaje bastante difícil (los que llegamos por primera vez a estas tierras, por la carretera Abra Málaga-Huayopata-Maranura-Santa Ana sabemos muy bien de qué se trata). 

De niño había soñado con ser dominico. Me había hecho la promesa, con otro amigo acólito de mi niñez, en mi inocencia, que alguna vez sería Misionero Dominico, como nos lo había pedido tantas veces el buen Fray Madueño Vendrell, misionero dominico en Lambayeque, y prácticamente como un padre espiritual para mí. De niños, los acólitos en la parroquia de San Pedro de Lambayeque habíamos escuchado tanto de la Orden de Santo Domingo y de las Misiones. No tuvimos la suerte de los frailes de la Virgen del Camino (En España) de recibir información audiovisual de las misiones de la Amazonía del Bajo Urubamba, pero al menos nos enterábamos que habían muchos hermanos de hábito blanco y Rosario que andaban por el sur del Perú, en Puerto Maldonado y el Urubamba. 

El nombre de Quillabamba puede que lo haya escuchado de niño, pero durante mi periodo de formación inicial, sí que estuvo varias veces presente. Varios de mis compañeros eran quillabambinos (luego me enteraba que eran de Echarati, Maranura, etc.) y me hablaban maravillas de lo que habían hecho allí los frailes dominicos. Sobre todo escuchaba hablar del famoso Fray Regino. Tal vez desde allí se iba redondeando la idea de ser fraile cooperador, para llegar a otros lugares donde los sacerdotes, por su vida ministerial, no pudieran acceder (por sus tiempos). Para cuando vine a Quillabamba la idea ya estaba descartada. Quería ser sacerdote, sin perder mi identidad como diácono, y como Fray. 

Estos casi seis años de aventuras en Quillabamba han sido de los más preciosos de mi vida. Dicen que para un religioso, la primera asignación es como "el primer amor". Siempre inolvidable, siempre tierno e inocente. El aprender a amar algo que toda la vida haz deseado. Y creo que Dios me preparó para esto. 

Desde niño fue niño de la Infancia Misionera (continente América), también acólito o monaguillo; de joven fui integrante de unos de los coros más inolvidables de Lambayeque (Conami), integrante del grupo de Liturgia, retirista del retiro 99, mesa 5, silla 1 del Movimiento Juan XXIII y... sobretodo: catequista durante cuatro preciosos años en mi parroquia de nacimiento. ¡Ah! En mi paso por la universidad Santo Torobio de mogrovejo fui integrante del grupo de Pastoral Universitaria durante el tiempo que estuve allí. Yo quería estar formado para todo. Quería cantar, hacer dinámicas, catequizar, leer las lecturas, era alguien que, tras haber descubierto a Jesús Eucaristía, todos los jueves, religiosamente, trataba de hacer su voluntad. Aprendí del rezo del Santo Rosario y de la contemplación de la vida de la misionera Santa Teresita del Niño Jesús que nuestra Iglesia necesitaba de misioneros. 

También preparé mi vida pastoral aprendiendo a tocar guitarra. Cuando estaba en el Noviciado, en Qorikancha, Cusco, nuestro maestro nos exhortaba y exigía que debíamos aprender a tocar un instrumento musical, porque nos ayudaría mucho en la Pastoral. Al principio tiré la toalla. Era aburrido. Pero luego lo pensé seriamente. Aquella tarde de julio que aprendí a tocar una canción de Jésed llamada "Quédate, Señor, conmigo" mi vida se despuntó. Redescubrí que tenía el don del oído para la música (no necesariamente la voz), descubrí el don para componer, empecé a leer libros espirituales para poder escribir cosas que realmente valgan la pena. Y desde el 2012 en adelante empecé a recopilar cantos de ayer, a ponerle notas, a sacarlos del anonimato. Empecé a crear mis "eras" componiendo cantos para nuestros santos dominicos y recuperé cantos de adviento, navidad, cuaresma y pascua que pudieran combatir a los incomparables "Burrito sabanero", "Perdona a tu pueblo, Señor", "Ven, Señor, no tardes" o "Mi Dios está vivo". Lamento decir que no hemos ganado la batalla. Pero sé que al menos mucha gente ya sabe que "hay más cantos". Cuando llegué a Quillabamba intenté imponer una Reforma litúrgica en cuanto a los cantos. Perdónenme si he sido muchas veces agresivo. El cancionero verde editado del 2019 y el aprender a tocar ukelele fueron dos cosas que fui implementando en mi frenético afán musical. Pero sin duda alguna, la formación de los coros de niños, jóvenes y adultos dejan una gran huella en mi corazón.  

Cuando los chicos y chicas de la Confirmación 2010 (ahora MJD Santa Rosa) me retaron a crear mi Facebook, nunca pensé que me apasionaría el mundo de la redes (primero) y el mundo del diseño (después). Gracias a varias personas, en el transcurso de los años, descubrí que la creación de contenido que, en clave parroquial, podría ser, "publicación de lo que estamos haciendo", sería fundamental para poder actualizar la vida de la Iglesia y ponerla en manos de una sociedad insertada en el continente digital. Fracasé como instagramer, tiktokero y locutor de Radio, pero creo que se ha dado un gran impulso, de la mano de Radio Quillabamba (ahora TV) y la confianza del buen Fray Luis Ricardo Villegas Ancajima. Se vienen cositas, a propósito, y agradezco tanto a quienes me fueron enseñando, corrigiendo y sorprendiendo en esta etapa digital de mi vida, en que me hice Community Manager de varios fanpage. 

Podría decir a continuación que nunca me imaginé hacer una excursión hacia Machu Picchu con un grupo de jóvenes llenos de vida, como los que encontré en Quillabamba. Nunca imaginé que los llevaría a conocer la tierra donde nací y la parroquia donde crecí. Nunca imaginé volver a danzar públicamente. Nunca imaginé estar metido en líos con la DIRESA, comprando ivermectina en polvo traída desde china o implementando una fábrica de ivermectina. Nunca imaginé cargar balones de oxígeno, estar llevándolos a cargar hacia otro distrito (a más de diez horas de viaje) pasando por el misterioso VRAEM. Nunca imaginé estar metido en medio de una Campaña para comprar una Planta de oxígeno que costaba cerca s/ 900,000.00, tener llamadas directas con representantes del Ministerio de Salud o traer la planta que había conseguido el pueblo convenciano escuchando reaggetón y música de Maná, contento y cantando desde la carretera Abra Málaga donde alguna vez me enfermaba, acompañado de un súper piloto. Nunca imaginé que podríamos dar de comida, en tiempos de pandemia, a 200 personas, diariamente. Nunca imaginé que mucha gente me reconocería incluso sin hábito y me salude con alegría. Nunca imaginé que llevar a Jesús Eucaristía por las calles de Quillabamba cansara tanto, como aquel Corpus Christi del 2020. La respuesta a todo es el Amor. Y brota de Jesús: "Refugio mío, Alcázar mío". 

Cuando me dieron el reconocimiento como Hijo predilecto de Quillabamba estaba mediado sedado bajo los efectos de una medicina que recibí para combatir la picadura de unas avispas. Si tenía que decir algo -me decía- daré gracias a mi comunidad de Frailes dominicos y a mis feligreses que me han enseñado cómo actuar. Todo lo relatado en el párrafo anterior es fruto de experiencias de voluntarios y voluntarias, personas que creyeron en mí, en la Iglesia, y sobre todo en Cristo. Alguna vez me animaré a escribir un libro de memorias que saque del anonimato a tantos santos y santas de al lado, que merecen medalla propia, sesión propia, aplauso propio. Solo el Señor y quienes me leen saben a quiénes me refiero. Sí, es a ti, mi hermano y hermana quillabambinos. 

Por último, en Quillabamba aprendí a ser un fraile-papá. Me gusta que me digan más "Fray" que "padre". Pero debo confesar que odiaba lo segundo. Cuando empecé a decir "hijo" o "hija" de manera más natural, entendí que estaba en peligro. Había presionado el botón de la madurez. Dejaba de ser el chico loco e impetuoso a ser un padre calculador, filósofo, difícil de convencer en algunas cosas, apático para otras... pero que empezaba a mirar la vida de otras formas, y a pensar en "mis hijos e hijas", que por cierto, ¡sois muchos y no me dais abasto! Empecé a cambiar... ¿Fue el sacerdocio de Cristo?, ¿la gracia de estado?, ¿la pandemia y situaciones de vulnerabilidad?, ¿conocer tantos dolores y sufrimientos de la gente?, ¿descubrir vidas profundas que se entrelazan en proyectos comunes? Lo cierto es que todo eso sucedió en Quillabamba. Y por eso siempre estará en mi corazón. 

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