Comprometido con la Amazonía


Cuando un candidato al sacramento del Orden prepara su ceremonia de ordenación sacerdotal va preparando algunos detalles que cuentan mucho para uno, aunque tal vez otros no se den cuenta. De mi parte, fui muy exquisito con un detalle: el de la primera casulla sacerdotal que iba a usar. En ella quería que se plasmara el logo del extinto Vicariato Regional Santa Rosa de Lima, de los Frailes Misioneros Dominicos de la provincia de España. Este logo tiene un significado sentimental más que gráfico. Cuando ingresé para ser dominico, entré con la convicción de ser "misionero dominico" en esta entidad. Durante la etapa de formación inicial, en los conventos, era conocido junto a otros compañeros, como el formando "del Vicariato". De esta manera, aunque en el 2009 no había pisado aun tierras amazónicas, ya era "misionero dominico". 

El vicariato regional de Santa Rosa de Lima era un entidad de la provincia de España para la zona de las Misiones amazónicas del sur-oriente peruano. Se fue constituyendo en base a la historia de la presencia de los dominicos en la selva del Perú. Hacia el año 1902 llegaron los primeros españoles hacia la zona del Urubamba y Madre Dios y, tras más de cien años de historia han sido muchas las páginas escritas de aventuras, puestos de misión, creación de escuelas y puestos de salud, construcción de casas y puentes, organización de la vida parroquial y diocesana... en fin: hacer Iglesia y construir el Reino como Jesús y Santo Domingo de Guzmán lo hubiesen hecho: hasta este confín de la Tierra. Son muchos los nombres que resuenan en tantos años de presencia, comenzando por Mons. Ramón Zubieta y la beata Ascensión Nicol, pasando por Fr. José Pío Aza, Fr. José Álvarez "Apaktone" y los más contemporáneos como Fr. Santiago Echeverría, Fr. Alfredo Encinas, Fr. Ángel Pérez Casado... Fr. Roberto Ábalos Illa, Fr. Rufino Lobo, Mons. Francisco González Hernández (Paco) y el actual Obispo del Vicariato Apostólico de Puerto Maldonado, Fr. David Martínez de Aguirre Guinea. También los nombres de los puestos de misión mueven el corazón de la historia dominicana en estas tierras: Chirumbia, La Asunción, Koribeni, Shintuya, Kirigueti, Timpía, Sepahua, entre otros... 

Junto con otros dominicos peruanos nos volvimos herederos y defensores de esta historia. La llevamos en nuestro corazón. Aunque desde Lima no podíamos aun ir a misiones, los formandos "del Vicariato" visitábamos la casa de acogida de los Misioneros españoles, el Santuario Santa Rosa de Lima de la Av. Tacna. Eran muchos los domingos en que, ellos, alegremente, nos acogían; y entre sus peleas por quién le va al Real Madrid o al "Barza" (u otro equipo), monárquicos y anti-monárquicos u otras confrontaciones más regionales, salían a la luz las anécdotas que vivían con los campesinos, los matsiguengas, los piros, los nahua, los harakbut o los asháninkas... Apenas podíamos percibir algo de lo que hablaban, pero de que les apasionaba la misión, eso se notaba a leguas. Al costado de la casa de acogida se encontraba el Centro Cultural José Pío Aza, ahora implementado con un Museo Etnográfico. En sus vitrinas y estands se traslucían huellas del paso de los dominicos por culturas que serían receptoras del Evangelio. Todo ello iban configurando la retina del futuro misionero dominico. 

Años más tarde, en julio del 2013, fui escogido junto al buen Edwin Benavides Muñoz (hoy docente en nuestras Misiones) a visitar el puesto de misión de Kirigueti, por un mes. Estaba emocionado y nervioso. Todo un mundo nuevo. Haciendo conexión de los hechos sucedidos entre ese año y el siguiente, resultaba que el viaje que hicimos en la avioneta "Alas de Esperanza" fue de los últimos antes de que del Vicariato decidiera entregarla por falta de presupuesto. Hace poco me enteré que en esa avioneta fueron llevadas muchas pobladores asháninkas que fueron huyendo de Junín hacia un lugar mejor: hoy se llama Tangoshiari. Esto me hizo sentir más orgulloso de haber hecho esa travesía. Conocer Kirigueti fue tremendo choque cultural. Como nunca entendí eso de "quitarse el chip". Sabía que había más "estar" que "hablar", y no solo por el problema del idioma; para un entusiasta fraile no era muy fácil tener varias limitaciones. Compensaba mis represiones de predicar y "hacer" con la lectura y la oración, la contemplación de lo verde, la belleza del cielo, y lo maravilloso del silencio en medio de la Selva. Luego, la guitarra y la música me ayudaron a conectar con un grupo de jóvenes matsiguengas, y se empezaron a entretejer más ilusiones. Así, cuando empezaba a adaptarme debíamos retornar al convento para seguir formándonos. 

Siempre saqué pecho por esa experiencia. "Ya conocía la selva". Me hinchaba el pecho diciéndome "ya conozco un puesto de misión", ergo, "conozco las misiones". Pasaron varios años para convencerme de que solo conocía algo de un mundo mucho más grande y apasionable. Hacia el año 2015 a todos los hermanos "del Vicariato" se nos fue informando la noticia de la anexión del Vicariato Regional a la Provincia Dominicana de San Juan Bautista del Perú, es decir, las misiones llevadas por los españoles por décadas ahora estarían bajo la responsabilidad de "los peruanos". La crisis vocacional en España y en el mundo (que ya no enviaba más operarios a tierras peruanas) y la necesidad de un trabajo mucho más conjunto (como acuerdo del Capítulo de los frailes en Roma, 2010) en cada región o país ameritaban este paso decisivo en la Historia de los dominicos en el Perú. Fui consultado sobre tres posibilidades: 1) Seguir siendo fraile de la provincia de España, pero trabajando para el Perú, 2) Pedir continuar mi formación a España y vivir allá, 3) Pasarme a la provincia del Perú. Entonces, decidí la tercera opción, teniendo como conocimiento de que no solo la Selva sería mi destino, pero que sí sería una de mis vocaciones inmediatas, tras terminar los estudios de Teología. Abandonaba mi religación a España y me comprometía, como peruano, a trabajar en mi país. Dos años después, mi vocación misionera para la Selva entró en crisis, cuando mi corazón empezaba a amar la pedagogía y sentirse necesario en medio de los claustros del Santo Tomás de Aquino... pero volvió pronto, con el diaconado y la necesidad de enviar misioneros a la Selva. "Aquí estoy, envíame". 

Quillabamba es Ceja de Selva, y hace décadas dejó de ser "puesto de misión". Pero aquí vine en el 2018. Estar en esta parte del Perú me ayudó a reconectar mi ser misionero y mi vocación. Estar a pasos y horas de otros puestos de misión e integrarme a la actividad y visión del Vicariato Apostólico de Puerto Maldonado, me ayudaron a tener un panorama más amplio de lo que significa ser Misionero en la Amazonía. A ello se sumaron experiencias breves, pero importantes, de acompañamiento y de visita. Sueño con colaborar con Timpía y Kirigueti, con las comunidades nativas de Megantoni y hacer caer una chispa del evangelio en Camisea, su capital. Si los tiempos de Dios son perfectos, y me encuentro ahora a meses de ser un fraile asignado hacia allá, con todas las de la ley, quisiera estar preparado para mi compromiso con la Amazonía. 

Comentarios

  1. Mi querido Fray, mi cercanía espiritual para contigo y tu nueva misión... los tiempos de Dios son perfectos !!! por supuesto, eso no lo dudes y nada palante , palante... MI GRAN MISIONERO DE CORAZÓN BLANCO Y NEGRO ... Con tu guitarra y tus ganas de seguir llevando el mensaje de amor, alegría a nuevos rostros, nuevos seres que necesitan de tí, de mi ... de muchosss pero que lamentablemente no podemos movernos, asi que recibe desde ya mis pobres oraciones para que seas esa luz que brilla en la inmensidad de la santa y bendecida AMAZONIA. Te acompaño desde ya espiritualmente y si Dios lo permite espero llegar algún día por esos lares a contagiar algo de mi... y como siempre lo he dicho a dejar una huellita del buen Dios con una sonrisa y un SI SE PUEDE, VAMOS PALANTE ...

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