La novedad en la continuidad: El reto de construir Comunidad
Uno de los
aspectos más resaltantes de la Eclesiología actual es la insistencia en el
reconocimiento de la pluralidad de nuestra Iglesia desde sus inicios. Hoy se
entiende mejor el hecho de que la Iglesia no haya sido “una fundación”, un “producto”
que apareció como una Unidad y cuya ortodoxia seguimos a ciegas: La Iglesia, nuestra Iglesia, se fue construyendo, es
fruto de un proceso, es una realidad “histórica y dinámica” –dirá Rafael
Aguirre[1]. Por
muchos años, y siglos, se la ha comprendido como una estructura estabilizada,
fundada por un hombre que todos conocemos: Jesús de Nazaret, aquel que le dijo
a Pedro “Sobre esta piedra edificaré mi Iglesia” (Mt 16, 18). No, la Iglesia no
se construyó sobre la piedra de un solo Apóstol… se fue construyendo sobre
varias piedras vivas (1Pe 2, 5) que, de norte a sur, de este a oeste,
levantaron la gran tienda de campaña del Reino de los cielos en la tierra. No
hay duda de que en algún momento se miró con mayor atención uno de los puestos
de la gran tienda terrena donde Dios había acampado (Jn 1, 14), pero en el
principio no predominó esa mirada, la única consigna era “levantar la tienda”,
¡Anunciar el Evangelio!, ¡Predicar a Cristo vivo!
Ahora sí podemos
entender por qué Pablo dice enérgicamente “No
voy a construir sobre cimientos puestos” (Rom 15, 20). Pablo no quiere
levantar una nueva tienda, sabe muy bien que la gran tienda es una sola, pero
no se puede levantar de un solo lado, peor aun cuando parece que algunos no se
dejan ayudar. Él buscará levantar la tienda de otro lado, pero es parte de un
mismo proyecto. Con novedad, se mantiene
en la continuidad de un mismo plan, y sus comunidades expresan la
pluralidad en que vivió la Iglesia en los primeros años del cristianismo. Por eso revisaremos, brevemente, cómo Pablo innova
construyendo comunidad. En la pluralidad, construye
identidad sin esat discontinuidad, sin separarse del proyecto del Reino (el
anuncio principal de Jesús). Finalmente, esta novedad puede darnos luces para
seguir construyendo esta tienda que, a veinte siglos de su existencia, titubea
en comprender que esto proyecto es de todos, sin distinción, y no solo de
algunos que creen tener la pólvora y la siguen detonando como si fuese el único
instrumento de construcción.
Veamos, si una
de las estrategias de Pablo fue la de otorgar y reforzar una identidad a sus
hermanos, era necesario hacerles ver quiénes son. Así, las comunidades paulinas
son presentadas como “ekklesías”[2], iglesias, un término que será utilizado
más tarde para la institucionalización de la comunidad cristiana en el mundo y
sabemos que, por lo menos en los escritos legítimamente paulinos, no hay ningún
atisbo de esa pretensión. La preocupación de Pablo por sus comunidades es que respiren
en la libertad del espíritu de Dios y sean hermanos sin distinción (Gál 3, 28).
Para ello atiende cercanamente la problemática de cada uno de sus hijos, pero
quiere hacerles ver su nueva identidad (1Cor 10, 22; 1Cor 11, 16; 1Cor 11, 22) como
miembros de la Iglesia de Dios, iglesia
que le pertenece a Aquel que los ha llamado, que los ha congregado. Sabemos que
en el Antiguo Testamento el pueblo de Israel se sentía un pueblo escogido y
había hecho una Alianza con Yahvé[3], alianza
que se iba renovando a pesar de las ofensas, las dificultades y las amenazas.
En la plenitud de los tiempos Jesús refuerza esta elección al revelarnos a
Aquel que nos ha congregado[4],
al hacernos saber su atenta predilección por su pueblo, especialmente por los
más desprotegidos[5].
Finalmente Pablo, usando un término novedoso (ekklesía), continúa el proyecto
salvífico de Dios, puesto que ekklesía (traducción
del qahal hebreo) evidenciaba
claramente la pertenencia al único pueblo de Dios[6].
Cabe decir que
Jesús mantiene la idea de congregar a su pueblo bajo un solo Pastor (Jn Jn 17,
21), pero lidera ante todo un movimiento milenarista que buscaba un cambio
radical en su sociedad[7], un
cambio que une la recuperación del pasado (restauración de la Alianza y de la
fidelidad), la atención al presente y la esperanza futura. Aquí es donde el
anuncio del Reino alcanza una
expresión notablemente simbólica: La inversión del orden social, político,
moral, legislativo de Palestina contrarresta al verdadero Reino anunciado por
Jesús, el Reino de los elegidos, y no
de los que se eligen. Pero curiosamente el anuncio del Reino que salta tantas veces entre las páginas de los evangelios[8] se
va apagando cuando apenas en los Hechos es nombrado[9] (es
cierto que es nombrado en los momentos claves de la Evangelización, según el
libro de los Hechos[10])
y prácticamente desaparece en las cartas paulinas. Sin embargo, esto no podría
indicarnos discontinuidad entre el anuncio del Reino y la predicación de Pablo.
Si atendemos a los acercamientos de Carlos Gil, Pablo cuida muy bien el no
utilizar la palabra Reino (que
estaría en la misma categoría de Imperio)
porque podría perjudicar sus planes misioneros[11].
Por ello, de todas maneras el Apóstol continúa la mirada en la elección por
parte de Dios y el anuncio del Reino cuando les hace ver precisamente su
identidad, cuando los llama miembros de la iglesia de Dios, el nuevo qahal congregado.
Tanto como Jesús
presentaba el recuerdo de la fidelidad al Dios que nos ha elegido (Dt 6, 4-5),
que nos ama “insólitamente”[12] y
que vivió (más que cumpliendo) el mandamiento de amar a Dios sobre todas las cosas y a los demás como nosotros mismos
(Mc 12, 30-31), Pablo acentúa que gracias a la fe en Él se nos otorga una vida nueva (Rom 6, 4), ya no somos
esclavos sino hijos (Gál 4, 7), hijos de Dios y herederos de la promesa
(Rom 8, 17-18), formamos parte de un solo
cuerpo (Cor 10, 17), pero ¡tenemos que imitarle sobre todo en el amor![13],
y en el amor a los demás: esa era la identidad que nos estaba confiriendo
Jesús, y esa es la identidad que debe caracterizar a los miembros de la Iglesia
a los que escribe Pablo. Para Corinto es clara la indicación: No nos sirve de
nada saber otras lenguas, ser profetas, conocer todos los misterios o las ciencias…
si falta el mejor de los carismas: el amor (1Cor 13, 1-4). Por eso Pablo se
indigna cuando no hay esa práctica de amor en esa comunidad (1Cor 11, 17ss).
Sabe que de todas maneras habrá disensiones, que tendrán que soportarse, pero “no es esa una costumbre de las iglesias de
Dios” (1Cor 11, 16). Así Pablo confiere esta identidad, en continuidad con
la presentada por Jesús, así Pablo construye comunidad.
Un segundo
aspecto, esta vez polémico, es el de la conformación de comunidades en lugares
fijos. Por los Hechos de los Apóstoles y las cartas paulinas descubrimos el ánimo
con que Pablo alentaba a sus hermanos en la organización y la vivencia, pero ¿Quiso
realmente Jesús eso cuando recordamos la convicción de la misión encomendada “Vayan y hagan discípulos por todas partes”
(Mt 18, 19)? Esto es problemático, sobre todo si vemos en estas comunidades (y
muchas otras constituidas, de hecho, por otros discípulos), nuevamente, el
germen de una iglesia institucionalizada. Si Jesús anunciaba el Reino, ¿por qué
vino la Iglesia?[14]
La imagen que
tenemos del Jesús de los evangelios es el de un hombre siempre en salida,
totalmente dinámico. En una jornada lo vemos predicando en la sinagoga de Cafarnaúm,
curando un poseído, sanando a la suegra de Pedro y a otros que se le acercan
por la tarde, conversando con escribas… (Mt 8, 1ss). Y Pablo también es
presentado como un hombre profundamente activo[15]. La
diferencia notable es que Jesús no fundó comunidades organizadas como en Pablo
sí vemos, pero no podemos negar que Jesús sí reunió en torno a Él a un grupo
(los que Él quiso) para enviarlos a predicar (Mc 3, 13-14) o que Pablo escogió
a algunos de confianza para encargarle tareas importantes o simplemente
pedirles su acompañamiento en algunas misiones[16]. En
todo caso, si vemos las acciones de Pablo hayamos una continuidad con las de su
Maestro, el Resucitado. Como Jesús, Pablo no es un “todista”, un acaparador. Sabe
que la tienda se construye de varios
lados y para ello se necesita de más manos. El problema siempre es la
instalación cuando la Iglesia es misionera, en salida, primereante[17]
por naturaleza.
¿Contradijo
Pablo a Jesús instalando comunidades? Claro que no. Instaló más bien novedad en
el plan misionero. Sabe que la Iglesia de Dios tiene una nueva identidad que
continúa el proyecto del Reino, pero no puede hacer una “campaña vocacional”
por el mundo sin que los “aspirantes a cristianos queden desolados”, sin un
aval que refuerce su llamado y elección,
y les comprometa a una nueva vida en Cristo. La falta de una instalación[18]
haría desaparecer la memoria y la presencia de Aquel de quien se ha predicado. Aún
no ha llegado el momento de la institucionalización necesaria[19],
pero un paso previo es la instalación.
Así pues, una comunidad que comparte y se organiza va generando una identidad
en el contacto con otros que van generando una misma convicción. Tal vez eso
fue lo que tanto les faltó a los discípulos de Jesús. “¿Quién soy yo para ustedes?” (Mt 16, 15) o “¿Me amas?” (Jn 21, 17) no son preguntas inocentes: Están pidiendo
la confirmación de lo que Uno significa para el otro, son preguntas de
identificación. Los autores de los evangelios se las están preguntando a sus
comunidades, les están preguntando por su identidad.
El resultado de
no identificarse con el Otro (que es modelo de vida), de no vivir como el Otro,
es darle la espalda, ¡negarlo como parte de sí! (Jn 18, 27). En Jesús, vemos
que solo estando convencido del amor que el Padre nos tiene, dándose un tiempo
para profundizar ese misterio[20],
puede proclamarlo, con acciones concretas e invocándolo[21]; se
llega a identificar tan profundamente con el Padre que no hace ya su propia voluntad
(Lc 22, 42). “Ya no vive Jesús, es el Padre que habita que en Él” y ya no es Pablo quien vive en Pablo, es
Cristo quien vive en Él” (Gál 2, 20). El Apóstol se identifica tan fuertemente
con Cristo y su testimonio invita a que los miembros de sus comunidades se
identifiquen también con Cristo. Y solo convencido de lo que Cristo significa
para uno se puede salir a anunciarlo por
todas partes, con ese plus: la instalación de comunidades, para seguir
fortaleciendo la identificación.
Continuidad con
la Alianza, continuidad con la proclamación del Reino, continuidad con la Predicación
es lo que se ve claramente en Pablo. Podríamos terminar esta reflexión con una
última nota paulina que fortalece la identificación con la experiencia de un
único pueblo llamado y re-llamado continuamente. Son muchos los que han
disertado sobre la experiencia fundante de Pablo, y es que en realidad es el
motor que lo mueve a la novedad. Con lo dicho últimamente sobre la
identificación de Pablo con Cristo ya hemos dicho tal vez lo suficiente, solo
hay que trasladarlo a su comunidad: Es necesario el recuerdo de esa primera vez
en que el Señor aparece y lo transforma todo. En el Antiguo Testamento
encontramos tantas veces el llamado a la conversión… En los labios de Jesús se
han puesto llamados exhortativos a volver
la mirada con palabras como “Levántate” (Jn 5, 8) que podría significar “Recupérate
de la enfermedad, de la caída” o el famoso “No peques más” (Jn 8, 11), es
decir, “tu vida no era de pecado, regresa a la armonía”. También en Pablo hallamos
esa misma invitación de volver a la fuente: “¡Insensatos
gálatas!... ¡Resulta que comenzasteis por el Espíritu y termináis ahora en la
carne!, ¿Habéis pasado en vano esas experiencias?” (Gál 3, 3-4). Las
comunidades paulinas deben saberse tocadas por ese primer instante para
renovarse ante la adversidad. Tal vez por eso Pablo evoca varias veces el
momento de su conversión/vocación (1Cor 15, 1-11; Gal 1, 13-17; Flp 3, 2-14).
La experiencia
de la llamada constante también está presente en Pablo. Recordando el pasado (su
vida de perseguidor: Gal 1, 13-14; Flp 3, 6; Rom 7, 7-25), vive el presente
(presume de sus debilidades: 2Cor 11, 30) y se lanza al futuro, hacia la meta (Flp
3, 14), hacia la salvación. Es el mismo esquema de la historia del pueblo de
Israel, llamado a recordar constantemente las maravillas que el Señor hizo por
Él, a vivir según su Alianza, y lograr la salvación. Es el mismo esquema de
Jesús cuando recuerda la Ley pasada para perfeccionarla en el presente y esperar
un Reino restaurado. Y finalmente es
el mismo esquema al que estamos invitados a vivir en este mundo que nos exige
seguir construyendo Iglesia:
Recordando que fuimos elegidos
por amor (nuestra experiencia fundante), estamos invitados a construir una tienda en la historia, reconocer
nuestras habilidades y capacidades en el presente para esta misión (de
encontrar impedimentos de alzar la tienda
de un lado, irnos para el otro), y lanzarnos a predicar con la Novedad que el
tiempo nos exige hoy, para llamar a más personas que nos ayuden en el trabajo
de la tienda. El resultado que todos
queremos es que Dios habite entre
nosotros, que ponga su tienda en nosotros y que sea Él quien viva en
nosotros: que nos identifiquemos con Él.
[1] Aguirre, Rafael. Del
movimiento de Jesús a la Iglesia cristiana. Verbo Divino, 2009.
Pág. 216.
[2] Así, Pablo saluda a las comunidades de Tesalónica (1 Tes
1,1), Corinto (1Cor 1,2), Galacia (Gal 1, 2) como iglesias de Dios que están en
ese lugar. Hay muchas otras citas dentro de sus cartas en que las llama como
tal, aunque habría que diferenciar qué sentido de Iglesia se tiene: Iglesia
doméstica, local o universal. Se suman hasta 63 citas.
[3] El Antiguo Testamento claramente nos revela la historia
del Dios de Israel con su Pueblo. Desde Gn 12, 1ss, pasando por el documento más
importante de la Alianza (el Deuteronomio), los recordatorios de los profetas y
los demás escritos, el pueblo se sabe profundamente escogido, no porque sea el
más numeroso, sino porque simplemente Dios sea prendado de ellos (Dt 7, 7-9).
[4] Es nuestro Padre, el “Padre nuestro” (Mt 6, 9; Jn 20, 17).
[5] Centro del mensaje de Jesús es el Reino de los cielos, que
será para los pobres de espíritu (Mt 5, 3). Las bienaventuranzas otorgan una
serie de alivios para todos aquellos que sufren, que son perseguidos, que
luchan por su paz y la paz de sus hermanos... Jesús, como todo judío, buscaba
la restauración de su pueblo, y en este sentido sus milagros pueden ser vistos con
una óptica eclesial: los beneficiados son gente que buscaban la restauración de
su cuerpo y de su espíritu. Cfr. De la Torre, Benjamín. Introducción a la Cristología. Breve manual.
[6] Aguirre, Rafael. La mesa compartida. Sal Terrae, 1994. Pág. 222.
[7] Aguirre, Rafael. Del
movimiento de Jesús a la Iglesia cristiana. Verbo Divino, 2009.
Pág. 132.
[8] Cfr. Mc 4, 1-9.
10-12. 13-20. 26-29. 30-32. 33-34. Mt 5, 3. 10; 13, 1-9. 10-17. 18-23. 24-30.
36-43. 36-43. Lc 8, 4-8. 9-10. 11-15. Jn 18, 36.
[9] El libro de los
Hechos de los Apóstoles culmina diciendo que Pablo predicaba el reino de Dios
(Hch 28, 31). Según Arens, Lucas está subrayando la identidad y continuidad con
la predicación de Jesús y los apóstoles. Cfr. Arens, Eduardo. Serán mis testigos. CEP, 1996. Págs.
296-298.
[10] El discurso de
Jesús en la Ascensión (1, 3), la predicación de Felipe en Samaria (8, 12) y de
Pablo en Éfeso (19, 8).
[11] Si agregamos
“hablar de un nuevo Reino” al “Hablar de un nuevo evangelio, un nuevo Seño, un
nuevo orden” al que hace referencia Carlos Gil, supondría una agresión cultural
y política. Cfr. Gil Arbiol, Carlos. El
Imperio romano frente a Pablo: El poder y la cruz, publicado en: Letras de Deusto, vol 39°. 2009.
[12] Aguirre, Rafael. La mesa compartida. Sal Terrae, 1994. Pág. 206.
[13] Aunque se insista
en la justificación por la fe que se deriva de los escritos paulinos, la
invitación al amor y a prácticas concretas nos dice que también necesitamos de
las obras.
[14] Frase de Loisy citada por: Aguirre,
Rafael. La mesa compartida. Sal
Terrae, 1994. Pág. 204.
[15] Arens cree que no a
propósito Lucas presenta a un Pablo misionero como Jesús. Cfr. Arens, op.cit.
[16] Tito acompañó a
Pablo a Jerusalén (Gál 2, 3), Pablo toma a Timoteo como compañero de misión (Hech
16, 1-3), habría establecido presbíteros en la Iglesia de Éfeso (Hch 20, 17),
etc.
[17] Francisco. Evangelii gaudium, 24.
[18] El uso de esta
palabra no pretende un significado de estancamiento, sino más bien de
reforzamiento en una zona dada.
[19] Aguirre, Rafael. Del movimiento de Jesús a la Iglesia cristiana. Pág. 129.
[20] Jesús se aparta
para orar (Mc 1, 35. 6, 46. 14, 32; Mt 14, 23. 26, 11; Lc 4, 1-2, etc.)
[21] Mc 6, 41; Mt 11,
25; Lc 23, 46.
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