Él no es un fantasma

3º Domingo de Pascua:
    “Creían ver un espíritu” (Lc 24,37)

De seguro más de una vez has escuchado historias sobre fantasmas o espíritus que de repente se aparecen. O peor aún te puedes haber pegado un susto luego de haber tenido una experiencia con algo “más allá de este mundo”. Sombras blancas, movimientos extraños, luces que se aprenden o apagan, puertas que se cierran o abren, cosas que sea caen, golpes y hasta voces en la oscuridad o a pleno luz del día... muchas formas de manifestarse; pero sin duda, cosas que nos dejan muchas dudas. Lo paranormal no tiene explicaciones científicas certeras, todas sus construcciones se “avalan” solo en base a experiencias incluso coincidentes, pero no siempre confiables. Incluso muchos tientan a decir que todo se trata de cuestiones psicológicas o estados emocionales del alma.

Pero hoy no queremos hacer una refutación a la parapsicología. Queremos intentar comprender los sentimientos que vivieron los discípulos al ver a Cristo resucitado. “Creían ver un espíritu”, nos dice Lucas. La palabra “espíritu” aquí no se refiere a la Tercera Persona de la Trinidad ni al alma específica de cada ser humano. Podríamos traducirla, para nuestro contexto, como “fantasma”.

A los fantasmas generalmente se les tiene miedo. Su “presencia” nos aterra. No sabemos qué es lo que quieren ni porqué se nos aparecen. Incluso podríamos elaborar nuestros propios fantasmas interiores y proyectarlos. Su posible “realidad” hace que evadamos algún trato con alguno de ellos.

Cristo resucitado no viene a infundirnos terror o, por el contrario, una admiración extasiante. Él quiere acercarse a nosotros. Pide que notemos su presencia; pide entrar a comer con nosotros, porque en su vida pública la comida era su lugar favorito para compartir la amistad. Te pide algo de comer, quiere que compartas algo de lo tuyo, para que te des cuenta que es Él en persona: el mismo Jesús Amigo que se sienta a tu lado y comparte su vida. No le tengamos miedo.

Nuestra relación con Dios debe ser como la de un Amigo a un Amigo y no una relación “fantasmal”. No se trata de estar con alguien que está por ahí flotando; ni siquiera se trata de un espíritu vacío. Se trata del mismo Cristo que pide entrar a tu casa. ¿Quieres aceptarle? 


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