Novena al Señor de Torrechayoc

 


Novena al Señor de Torrechayoc

 En el nombre del Padre

y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

 

Oración inicial

Señor de Torrechayoc, ¡envíanos tu Espíritu Santo!,

Que llene los corazones de tus fieles

y encienda en ellos la llama de tu amor.

Envía tu espíritu, Señor, y renovarás la faz de la tierra.

Oh, dios, que con la luz del Espíritu Santo

iluminas los corazones de tus fieles,

concédenos que guiados por el mismo Espíritu,

disfrutemos de lo que es recto

y nos gocemos con su consuelo celestial.

Amén.

 

Canto al Espíritu Santo

 

Ven, Espíritu Santo, ven a iluminar

Nuestra inteligencia y a preservarnos del mal.

 Tú promesa del Padre, don de Cristo Jesús,

ven y danos tu fuerza para llevar nuestra cruz.

 (o también)

 Espíritu Santo, ven, ven (3).

En el nombre de Jesús.

 Acompáñame, condúceme, toma mi vida.

Santifícame, transfórmame, Espíritu Santo, ven, ven.


Meditación del día

[Según e día]


Letanías al Señor de Torrechayoc

 Señor, ten piedad…                  Señor, ten piedad…

Cristo, ten piedad…                  Cristo, ten piedad…

Señor, ten piedad…                  Señor, ten piedad…

 

Señor de Torrechayoc, en la Cruz encumbrado,

¡te alabamos, óyenos!

Señor de Torrechayoc, Faro en la tempestad,

¡te alabamos, óyenos!

Señor de Torrechayoc, Alcázar de tus peregrinos,

¡te alabamos, óyenos!

Señor de Torrechayoc, Rostro misericordioso,

¡te alabamos, óyenos!

Señor de Torrechayoc, Señor de los ejércitos,

¡te alabamos, óyenos!

Señor de Torrechayoc, Pastor que unes nuestros pueblos,

¡te alabamos, óyenos!

Señor de Torrechayoc, Camino que conduce al Padre,

¡te alabamos, óyenos!

Señor de Torrechayoc, por quien danzamos en tu Santuario,

¡te alabamos, óyenos!

Señor de Torrechayoc, que envías tu Espíritu Santo,

¡te alabamos, óyenos!

 

¡Envía tu promesa, Señor!        /¡Danos tu Espíritu Santo!

¡Envía tu promesa, Señor!        /¡Danos tu Espíritu Santo!

¡Envía tu promesa, Señor!        /¡Danos tu Espíritu Santo!


Alabanza al Padre,

con el Hijo, en el Espíritu

 

En un solo Cuerpo, una sola Fe, un solo Bautismo, en un solo Señor y Padre de todos, que nos envía su Espíritu que nos hace exclamar “¡Abbá Padre!” decimos juntos:

 

Padrenuestro que estás en el cielo,

santificado sea tu nombre;

venga a nosotros tu reino;

hágase tu voluntad

en la tierra como en el Cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día;

perdona nuestras ofensas,

como también nosotros

perdonamos a los que nos ofenden;

no nos dejes caer en la tentación

y líbranos del mal.

Qué no se apague el fuego que hay en mi corazón.

Qué no se apague el fuego, que siga ardiendo más y más…


/Dame gozo, señor, dame paz y amor,

Que yo pueda volar más allá del sol/ (Bis).


 A María, Hija del Padre,

Madre del Hijo, Esposa del Espíritu

Recordamos que María, estuvo en medio de los discípulos, esperando la gracia y el fuego del Espíritu Santo. A ella le decimos:

 

Madre pura y celestial,

consagrada y siempre fiel al Redentor,

tu amor es infinito y tu humildad es eterna,

tu misericordia y tu andar

son la prueba más grande de tu fe.

María de Nazaret, tú nos cautivas

y haces más grande nuestra fe,

nos adoptaste como hijos, nos acoges bajo tu manto,

nos defiendes y nos proteges,

no permitas que la maldad se nos acerque,

intercede por nosotros ante Dios.

Esposa del Espíritu,

en medio del colegio de los Apóstoles,

mira a tus hijos que esperan un nuevo Pentecostés.

 

Dios te salve María,

llena eres de gracia,

el Señor es contigo;

bendita tú eres entre todas las mujeres,

y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.

Santa María, Madre de Dios,

ruega por nosotros, pecadores,

ahora y en la ahora de nuestra muerte. Amén.



Madre de los jóvenes

Madre, óyeme, mi plegaria es un grito en la noche,

Madre, mírame en la noche de mi juventud.

Madre, sálvame; mil peligros acechan mi vida.

Madre, lléname de esperanza, de amor y de fe.

Madre, guíame; en las sombras

no encuentro el camino.

Madre, llévame, que a tu lado feliz cantaré.

 

Madre, una flor, una flor con espinas es bella.

Madre, un amor, un amor que ha empezado a nacer.

Madre, sonreír, sonreír, aunque llore en el alma.

Madre, construir, caminar, aunque vuelva a caer.

Madre, sólo soy el anhelo y la carne que lucha,

Madre, tuyo soy, y en tus manos me vengo a poner.


Plegaria final

 Padre celestial, Dios todopoderoso,

Con humildad hemos venimos ante tu santísima presencia

¡qué gozo tan grande haber venido ante ti!,

pues más vale un día en tu Santuario,

que mil en mi casa.

Pastor bueno y solícito,

Somos ovejas, ovejas de tu rebaño,

necesitados de tu amor.

Queremos adorarte,

queremos amarte con todo nuestros corazones,

Con  toda nuestra mente,

con toda nuestra alma, con todo nuestro ser.

Te necesitamos, Señor, porque nada somos sin ti.

Con tus ojos piadosos, míranos;

con tus manos santas, cúranos.

 

Ahora que regresamos a nuestros hogares,

permítenos caminar contigo y hacer tu santa voluntad,

Gracias por el don de tu Espíritu Santo,

que nos concede sus dones y frutos,

que pueda repartirlos en mi familia,

para que en mi pobre rostro

puedan contemplar las maravillas

que tu santa Faz ha hecho en mí.

A Ti la gloria y el poder, el honor y la alabanza,

A Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.

Amén.

 

Día 1: La Cruz

 

Hermanos y hermanas: Cuando contemplamos el rostro de nuestro Señor de Torrechayoc, lo vemos sostenido sobre el Trono de la Cruz, el símbolo cristiano que nos identifica.

 

San Andrés de Creta decía: “Por la cruz fueron expulsadas las tinieblas y devuelta la luz. Junto con el Crucificado nos elevamos hacia lo alto, para, dejando abajo la tierra y el pecado, gozar de los bienes celestiales. Quien posee la cruz posee un tesoro. Y, al decir un tesoro, quiero significar con esta expresión a aquel que es, de nombre y de hecho, el más excelente de todos los bienes, en el cual, por el cual y para el cual culmina nuestra salvación y se nos restituye a nuestro estado de justicia original…”

 

Hermanos, sin la cruz Cristo no hubiera sido crucificado. Sin la cruz, aquel que es la vida no hubiera sido clavado en el leño. Si no hubiese sido clavado, las fuentes de la inmortalidad no hubiesen manado de su costado la sangre y el agua que purifican el mundo, no hubiese sido rasgado el documento en que constaba la deuda contraída por nuestros pecados, no hubiéramos sido declarados libres, no disfrutaríamos del árbol de la vida, el paraíso continuaría cerrado. Sin la cruz, no hubiera sido derrotada la muerte, ni despojado el lugar de los muertos.

 

Por esto la cruz es cosa grande y preciosa. Grande, porque ella es el origen de innumerables gracias; preciosa, porque la cruz significa a la vez el sufrimiento y el trofeo del mismo Dios. En la cruz fueron demolidas las puertas de la región de los muertos, y la cruz se convirtió en salvación universal para todo el mundo.

 

Salmo 148

Señor, tu derecha me salva.

Te doy gracias, Señor, de todo corazón;

delante de los ángeles tañeré para Ti.

Me postraré hacia tu santuario.

 

Daré gracias a tu nombre:

Por tu misericordia y por tu lealtad,

porque tu promesa supera a tu fama.

Cuando te invoqué me escuchaste,

acreciste el valor en mi alma.

 

El Señor completará sus favores conmigo:

Señor, tu misericordia es eterna,

no abandones la obra de tus manos.


 

Día 2: Enviados por el Espíritu

 

Hermanos y hermanas:

El Señor dijo a los discípulos: Vayan y sean los maestros de todas las naciones; bautícenlas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Con este mandato les daba el poder de regenerar a los hombres en Dios.


Dios había prometido por boca de sus profetas que en los últimos días derramaría el Espíritu sobre sus siervos y siervas, que éstos profetizarían; por esto descendió el Espíritu Santo sobre el Hijo de Dios, que se había hecho Hijo del hombre, para así, permaneciendo en él, habitar en el género humano, reposar sobre los hombres y residir en la obra plasmada por las manos de Dios realizando así en el hombre la voluntad del Padre y renovándolo de la antigua condición a la nueva, creada en Cristo.


Y Lucas nos narra cómo este Espíritu, después de la ascensión del Señor, descendió sobre los discípulos el día de Pentecostés, con el poder de dar a todos los hombres entrada en la vida y para dar su plenitud a la nueva alianza; por esto, todos a una, los discípulos alababan a Dios en todas las lenguas, al reducir el Espíritu a la unidad los pueblos distantes y ofrecer al Padre las primicias de todas las naciones.

 

Esta promesa tenía que llegar a todos los pueblos. Fue difícil al inicio de la historia del cristianismo, porque las primeras comunidades sufrieron grandes persecuciones, en las que llegaron al punto de derramar su propia sangre en martiria, la misma que se convirtió en semilla de nuevas y santas generaciones de cristianos.

 

A América y nuestro país esta evangelización llegó con la etapa de la conquista y en el proceso de evangelización, los misioneros descubrieron a un pueblo ya sensibilizado con la alabanza al Señor de los cielos, a quien reconocían a través de todo lo creado. Así, por encima del sol, la luna, las estrellas y las montañas, las bestias del campo y los animales de la tierra, los mares y sus criaturas, se exaltó la Santa Cruz como señal de que la salvación también había llegado a nuestros pueblos.

 

Salmo 148

Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.

 

Alaben al Señor en el cielo,

alaben al Señor en lo alto;

alábenlo todos sus ángeles,

alábenlo todos sus ejércitos.

 

Reyes y pueblos del orbe,

príncipes y jefes del mundo;

los jóvenes y también las doncellas,

los viejos junto con los niños.

 

Alaben el nombre del Señor,

el único nombre sublime.

Su majestad sobre el cielo y la tierra.

 

Él acrece el vigor de su pueblo,

            alabanza de todos sus fieles,

            de Israel, su pueblo escogido.


Día 3: Dios en el camino

Hermanos y hermanas: Para que la evangelización de la fe calara en el corazón de nuestros pueblos, los misioneros encumbraron el signo cristiano de la Cruz por encima de todo lo creado. Así, en el camino, de día y de noche, este signo represente el faro de la salvación al cual todos podamos acudir.

El Señor había dicho a sus discípulos: “Yo soy la luz del mundo: el que me sigue no camina en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida…” San Agustín comenta este texto diciendo: Con estas palabras el Señor nos mandó seguirle. Hagámoslo ahora, sigamos al Señor; desatemos aquellas ataduras que nos impiden seguirlo. Pero ¿quién será capaz de desatar tales nudos, si no nos ayuda aquel mismo a quien se dijo: ¿Rompiste mis cadenas? El mismo de quien en otro salmo se afirma: El Señor liberta a los cautivos, el Señor endereza a los que ya se doblan.

¿Y en pos de qué corren los liberados y los puestos en pie, sino de la luz de la que han oído: Yo soy la luz del mundo: el que me sigue no camina en tinieblas? Porque el Señor abre los ojos al ciego. Quedaremos iluminados, hermanos, si tenemos el colirio de la fe. Porque fue necesaria la saliva de Cristo mezclada con tierra para ungir al ciego de nacimiento. También nosotros hemos nacido ciegos por causa de Adán, y necesitamos que el Señor nos ilumine. Mezcló saliva con tierra; por ello está escrito: La Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros. Mezcló saliva con tierra, pues estaba también anunciado: La verdad brota de la tierra; y él mismo había dicho: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida.

Cuando veamos la cruz en el camino recordemos que el Señor siempre está a nuestro lado. Se ha prometido aquello de que es el Emmanuel: Dios en el camino, Dios con nosotros.

 

Salmo 26

El Señor es mi Luz y mi salvación.

 

El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
El Señor es la defensa de mi vida,
¿quién me hará temblar?

 

Si un ejército acampa contra mí,
mi corazón no tiembla;

si me declaran la guerra,
me siento tranquilo.

 

Una cosa pido al Señor, eso buscaré:
habitar en la casa del Señor
por los días de mi vida;
gozar de la dulzura del Señor,
contemplando su templo.


 Dios está aquí… tan cierto como el aire que respiro,

tan cierto como la mañana se levanta el sol,

tan cierto como yo te hablo y me puedes oír.

 

Día 4: Trabajo comunitario

 

Hermanos y hermanas: Sabemos bien que el trabajo dignifica al hombre. ¿Podríamos decir que el trabajo comunitario significa a toda la comunidad?

 

Las Escrituras nos dicen: “El amor de Dios ha sido
derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo
que se nos ha dado”. Y ese Espíritu Santo, en efecto, que es el Espíritu único del Padre y del Hijo, realiza en aquellos a los que ha otorgado la gracia de la adopción divina lo mismo que realizó, según el libro de los Hechos de los apóstoles, en aquellos que habían recibido este mismo Espíritu. Acerca de los cuales encontramos escrito: La multitud de los creyentes no era sino un solo corazón y una sola alma; la causa de esta unanimidad de los creyentes era,
en efecto, el Espíritu del Padre y del Hijo, que es con
ellos un solo Dios.

 

De ahí que el Apóstol enseña que ha de ser conservada con toda solicitud esta unidad espiritual con el vínculo de la paz, como dice en su carta a los Efesios: Así, pues, yo, el prisionero por Cristo, os ruego que andéis como pide la vocación a la que habéis sido convocados. Sed siempre humildes y amables, sed comprensivos; sobrellevaos mutuamente con amor; esforzaos por mantener la unidad del Espíritu, con el vínculo de la paz. Un solo cuerpo y un solo Espíritu. Sepamos que el Padre de los cielos se alegra cuando sus hijos se mantienen en esta Unidad y trabajan para transparentarla ante el mundo.

Hemos heredado, por ejemplo, el ayni como una muestra de que en comunión, juntos, poniendo todos el hombro, se pueden construir grandes cosas. Gloria al Padre de los cielos por derramar su espíritu en sus hijos que trabajan en común.

 

Salmo 123

Ved: qué dulzura, qué delicia,

convivir los hermanos unidos.

 

Es ungüento precioso en la cabeza,

que va bajando por la barba,

que baja por la barba de Aarón

hasta la franja de su ornamento.

 

Es rocío del Hermón que va bajando

sobre el monte Sión.

Porque allí manda el Señor la bendición:

la vida para siempre.

 


 

No me importa de qué barrio vengas,

si es que Cristo te trajo hasta aquí.


Si has venido a ayudar al hermano,

dame la mano y mi hermano serás.

Dame la mano (3) y mi hermano serás (Bis).

Una fe, un Señor, un Bautismo,

un Espíritu y un cuerpo también;

una misma esperanza tenemos,

un Dios y Padre de todos. Amén.

Día 5: El significado de las procesiones

 

Hermanos y hermanas: Sabemos bien que dentro de nuestra piedad católica las procesiones juegan un rol importante. Las Sagradas Escrituras nos recuerdan las procesiones del pueblo de Dios. Podemos mencionar aquella procesión del pueblo de Israel cruzando el Mar Rojo, hacia la liberación, pero ya que es común llevar en andas una sagrada imagen, como la de nuestra novena, redescubramos lo que el teólogo Orígenes decía sobre la procesión del Arca de la Alianza en el libro de Josué.

 

“En el paso del río Jordán, el arca de la alianza guiaba
al pueblo de Dios. Los sacerdotes y levitas que la llevaban se pararon en el Jordán, y las aguas, como en señal
de reverencia a los sacerdotes que la llevaban, detuvieron su curso y se amontonaron a distancia, para que el
pueblo de Dios pudiera pasar impunemente. Y no te
has de admirar cuando se te narran estas hazañas relativas al pueblo antiguo, porque a ti, cristiano, que por el
sacramento del bautismo has atravesado la corriente del
Jordán, la palabra divina te promete cosas mucho más
grandes y excelsas, pues te promete que pasarás y atravesarás los mismos aires…”

 

Ahora, cuando procesionamos lo hacemos juntos. Así, el mar de la misericordia no solamente se abre para un grupo exclusivo, aun cuando sea uno solo el grupo que organice o anime la procesión. Los cristianos se reúnen en torno a una peregrinación para caminar juntos porque se saben que caminando juntos, llegamos a la meta juntos; cargando juntos, poniendo el hombro juntos, logramos que las Arcas de la Alianza, los tesoros de nuestra piedad popular, sean vistas por el pueblo. Gloria al Dios de los cielos que nos permite que su nombre, su rostro, el de su madre, el de sus hijos santificados, sean expuestos como los tesoros de los que nos sentimos orgullosos, pues todo nos lleva al Rey de los cielos.  

 

Salmo 46

¡Dios es el Rey del mundo!

 

Pueblos todos, batan palmas.

Aclamen a Dios con gritos de júbilo;

porque el Señor es sublime y terrible,

emperador de toda la Tierra.

 

Porque Dios es el Rey del mundo:

Toquen con maestría,

Dios reina sobre las naciones,

Dios se sienta en su trono sagrado.


 /Nadie hay tan grande como tú,

Nadie hay, nadie hay/ (2).


/quien habrá que haga maravillas

Como las que haces tú/ (2).

 

/No con la fuerza ni la violencia

Es como el mundo cambiará/ (2).

Sólo el amor lo cambiará,

Sólo el amor lo salvará (2).

Día 6: Las veladas 

Hermanos y hermanas: Sabemos bien que en nuestra tradición religiosa las vigilias, las veladas, son una constante invitación a vivir lo que el Señor ha insistido en el santo Evangelio a estar preparados en medio de la Víspera, de la noche…

El evangelio de San Mateo recita la famosa parábola de las vírgenes: “Entonces el reino de los cielos será semejante a diez vírgenes que tomando sus lámparas, salieron a recibir al esposo. Y cinco de ellas eran prudentes, y cinco insensatas”.

Vemos que todas las vírgenes tenían lámparas y vasijas para aceite. Parecía no haber diferencia entre ellas. Esto es lo mismo que ocurre con la iglesia que vive precisamente antes de la segunda venida de Cristo. Todas tienen el conocimiento de las Escrituras, han oído el mensaje de la venida de Jesús, y esperan confiadamente su aparición. En la parábola de las 10 vírgenes interviene un tiempo de espera, la fe es probada; y cuando se oye el clamor: “He aquí, el esposo viene; salid a recibirle”, muchos dentro de la iglesia no están listos. No tienen aceite en sus vasijas para las lámparas, están sin el Espíritu Santo.


Es importante resaltar que la clase representada por las vírgenes insensatas no está formada de hipócritas porque está claro que manifiestan respeto por la verdad y la han defendido. Su problema consiste en que no se han rendido a la obra del Espíritu Santo. Se han conformado a ser parte del grupo de los vigilantes, pero no se han comprometido completamente con la Vigilia.

También entre nosotros encontramos a quienes permanecen en una constante vigilia de la fe, con la oración diaria y constante. Pero está el grupo de los bautizados que viven una vigilia circunstancial y hasta oportunista, en medio de sus necesidades. En medio de esta incertidumbre, la voz del Maestro es clara: “Velen, estén despiertos, porque nadie sabe ni el día ni la hora”.

 

Salmo 10

Los buenos verán tu rostro, Señor.

El Señor están en su templo santo,

el Señor tiene su trono en el cielo,

sus ojos están observando,

sus pupilas examinan a los hombres.

 

El Señor examina a inocentes y culpables,

y al que ama la violencia él lo odia.

Porque el Señor es justo y ama la justicia,

los buenos verán su rostro.

 


Mi pensamiento eres Tú, Señor (4).

Porque tú me has dado la vida,

Porque tú me has dado el existir,

Porque tú me has dado cariño,

Me has dado amor (bis).

Mi alegría eres Tú, Señor (4).

 

Día 7: Las Torres

 “Bendito el Señor, mi alcázar”, recita el salmo 143.

El alcázar es una fortaleza; una fortaleza donde además se vive en común. Incluso la etimología de la palabra alcázar viene del latín, de castrum, que era el campamento donde estaba el ejército romano. Luego se le puso el adjetivo y cayó el final y quedó “alcázar”, pero lo que significa normalmente, como todas las cosas defensivas, estaban en un monte o en un lugar alto. Bendito el Señor, mi alcázar, que es nuestro lugar de refugio, y que es el Señor de la historia.

En la arquitectura cristiana, si bien las primeras casas de oración eran basílicas sencillas, lugares amplios donde se reunía la comunidad, pronto empezaron a construirse grandes templos a modo de castillos, con grandes torres. Más adelante las propias torres tendrían una utilidad más concreta: ser portadoras de las campanas que llamarían a la comunidad a la oración y celebración común. El templo, la capilla, con torres siempre, ha sido y seguirá siendo considerado como la Casa de los cristianos que quieren vivir en unidad, sabiendo que el Señor es el Protector, Refugio, el Alcázar.

Señor, que seamos como los hijos que Tú nos has querido reunir junto a Ti, como la gallina reúne a los polluelos bajo sus alas. Tú nos has querido atraer a Ti y Te has servido de tus templos para revelar más Tu amor y para que nosotros busquemos refugio en ese amor.

Salmo 143

Bendito el Señor, mi roca.

 

Bendito el Señor, mi Roca,
que adiestra mis manos para el combate,
mis dedos para la pelea;

 

Mi bienhechor, mi alcázar,
baluarte donde me pongo a salvo,
mi escudo y mi refugio,
que me somete los pueblos.

 

Extiende la mano desde arriba:
defiéndeme, líbrame de las aguas caudalosas,
de la mano de mis enemigos,
cuya boca dice falsedades,
cuya diestra jura en falso.

 

Dios mío, te cantaré un cántico nuevo,
tocaré para ti el arpa de diez cuerdas:
para ti que das la victoria a los reyes,
y salvas a David, tu siervo.

 

/Siempre confío en mi Dios/ (2)

Él me conduce, no temo, me acompaña al caminar.

Aunque sin luz camine yo en la noche

aunque el temor me impida avanzar.

Siempre confío en mi Dios…  

Aunque perdido yo vaya por las calles,

sin encontrar amor y amistad.

Siempre confío en mi Dios…  

Día 8: Danzar ante el Señor  

Hermanos y hermanas: En nuestras festividades es común compartir la alegría de la fiesta religiosa con agrupaciones de danzantes. Todos aluden a que danzan para el Señor (y en ocasiones para nuestra Madre y nuestros santos). ¿Pero cuál es el significado de la danza religiosa?

El segundo libro de Samuel nos recuerda que David danzaba con toda su fuerza delante de Yahvé: David no se reprimió de nada en su propia expresión de adoración. No danzó por obligación sino por una adoración de corazón. Él se alegró de traer el arca de Yahvé a Jerusalén de acuerdo a la palabra de Dios.

Esta expresión del corazón de David mostró que tenía una conexión emocional genuina con Dios. De nuestro conocimiento de la cultura antigua y moderna, podemos suponer que la danza de David no fue solo una representación individual. Probablemente danzó con simples pasos rítmicos junto con otros hombres de la misma manera en que uno ve danzar a los judíos ortodoxos en la actualidad. En este contexto, el relato dice que usó un efod de lino; así David dejó de lado sus túnicas reales y se vistió como cualquier otro en esta procesión y en la danza.

La danza de David lleva a todos los presentes a una experiencia de adoración y a una comida de compañerismo: Hay fiesta: ¡el arca de la Alianza, la presencia del Señor, está en medio de su pueblo!

Nunca David danzó por vanidad, por competencia, para que le vean o admiren (de hecho, se llevó una mala impresión de algunos de los presentes). Todo era para el Señor y quería que los demás se dejasen contagiar por esa alegría. Ese es el verdadero significado de danzar ante el Señor.

 

Salmo 137

Delante de los ángeles tañeré para Ti.

 

Te doy gracias, Señor, de todo corazón;
delante de los ángeles tañeré para ti,
me postraré hacia tu santuario,
daré gracias a tu nombre.

 

Que te den gracias, Señor, los reyes de la tierra,
al escuchar el oráculo de tu boca;
canten los caminos del Señor,
porque la gloria del Señor es grande.

 

El Señor completará sus favores conmigo:
Señor, tu misericordia es eterna,
no abandones la obra de tus manos.

 


/Si el Espíritu de Dios se mueve en mí,
yo canto como David/ (2).
/Yo canto, yo canto, yo canto como David/ (2)
/Si el Espíritu de Dios se mueve en mí,
yo bailo como David/ (2).
/Yo bailo, yo bailo, yo bailo como David/ (2)
(…) Yo alabo como David…

(…) Yo salto como David…

Día 9: El Señor de los Ejércitos  

 

Hermanos y hermanas:

A nuestro Señor, nuestro pueblo le rinde muchos homenajes y lo ha galardonado con kepíes, gallardetes, galones, espadas y armas… tal vez ingenuamente estamos rememorando aquello que bíblicamente se dice que es un antiguo nombre del Señor: ¡Yahvé Sebaot, el Señor de los ejércitos!

Llamar a nuestro Dios como el Señor de los ejércitos es señalar a Dios como poderoso sobre todas las naciones de la tierra. Él tiene el control final sobre toda la creación. No tiene lugar ninguna guerra, excepto por su voluntad. Ni siquiera un gorrión cae al suelo sin su voluntad. Ante Él se rinden todas las naciones.

Dios nunca quiere guerras o que se desangren ejércitos en su nombre. Ponerlo a Él como capitán es darle el título de Pacificador. Cristo volverá a juzgar a las naciones. Ese día, todas las armas de guerra serán destruidas y la paz reinará en la tierra. No habrá más muerte, ni luto, ni llanto, ni dolor, y Dios mismo enjugará cada lágrima de nuestros ojos.

Nuestro Señor Jesús les dijo a sus discípulos que siempre estaría con ellos, hasta el final de los tiempos, y esa promesa se aplica a los creyentes de hoy. Yahvé Sebaot (Señor de los ejércitos) debe calar en nosotros aquello que dice San Pablo de su sumisión a Dios, Protector: “si Dios está con nosotros, ¿quién puede estar en contra de nosotros?” No importa cuán peligroso sea el mundo para nosotros, nada, ni siquiera problemas, dificultades, persecución, hambre, desnudez, peligro, espada o incluso Coronavirus, ¡puede separarnos del amor de Cristo!

 

Salmo 67

¡Reyes de la tierra, canten a Dios!

 

Se levanta Dios, y se dispersan sus enemigos,

huyen de su presencia los que lo odian;

como el humo se disipa, se disipan ellos,

como se derrite la cera del fuego,

así perecen los impíos ante Dios.

 

Los justos se alegran,

gozan en la presencia de Dios,

rebosando de alegría.

Canten a Dios, toquen en su honor,

su nombre es el Señor.

Alégrense en su presencia.

 

Padre de huérfanos, protector de viudas,

Dios vive en su santa morada.

Dios prepara casa a los desvalidos,

libera a los cautivos y los enriquece.

 

Bendito el Señor cada día,

Dios lleva nuestras cargas, es nuestra salvación.

Nuestro Dios es un Dios que salva,

el Señor Dios nos hace escapar de la muerte.

 

 


Tú reinarás, este es el grito

que ardiente exhala nuestra fe.

Tú reinarás, ¡Oh Rey bendito!,

pues Tú dijiste: reinaré.

 

Reine Jesús por siempre,

Reine su corazón,

/en nuestra patria, en nuestro suelo,

Que es de maría la nación/ (2).

 

¡Tú reinarás!, dulce esperanza,

que al alma llena de placer;

habrá por fin paz y bonanza,

felicidad por doquier.

 

¡Tú reinarás! Dichosa era,

dichoso pueblo con tal Rey,

será tu Cruz nuestra bandera,

tu amor será la única ley.

 

¡Tú reinarás en este suelo!

te prometemos nuestro amor.

¡Oh, buen Jesús danos consuelo,

en este valle de dolor!

 

 

 En el día central: El rostro del Señor

Contemplar el rostro del Señor nos debe llevar a la tierna devoción de la Santa Faz. Según la tradición parece haberla instituido el mismo Señor, el día de su muerte, imprimiendo milagrosamente su efigie ensangrentada en el velo de la Verónica, y ha sido conocida y practicada siempre en la Iglesia Católica. El santo sudario es venerado en Roma, con especiales muestras de amor y confianza y se expone varias veces durante el año al culto público, dándose con él la bendición solemne a los fieles. Los soberanos Pontífices han concedido numerosas indulgencias a los que visitan devotamente esta insigne reliquia.

Varios fueron los Santos que se distinguieron por su devoción a la Santa Faz y lograron por este medio frutos de santidad muy copiosos; entre ellos merecen citarse San Agustín, San Bernardo, Santa Gertrudis, Santa Matilde y ya más cerca de nosotros Santa Teresita del Niño Jesús.

En el rostro del Señor podemos contemplar a Dios que, encarnado humanamente, ha visto a los suyos, y quiere que también caminemos hacia el cielo, para verle cara a cara, como lo promete el Señor en las bienaventuranzas: “Dichosos los limpios del corazón, porque ellos verán a Dios” (Mt 5, 8); o según las palabras del Apocalipsis: “verán al Señor cara a cara, y llevarán su nombre en la frente. Ya no habrá noche; no necesitarán luz de lámpara ni de sol, porque el Señor Dios los alumbrará. Y reinarán por los siglos de los siglos…” (Ap 22, 4).

 

Y tú, ¿quieres ver cara a cara a Dios?

¿estás preparado para ver su rostro?

¿qué crees que te faltaría para estar limpio ante la presencia de Dios en su Santuario?

 

Salmo 10

Los buenos verán tu rostro, Señor.

 

El Señor están en su templo santo,

el Señor tiene su trono en el cielo,

sus ojos están observando,

sus pupilas examinan a los hombres.

 

El Señor examina a inocentes y culpables,

y al que ama la violencia él lo odia.

Porque el Señor es justo y ama la justicia,

los buenos verán su rostro.

 


Pasa por aquí, Señor, pasa por aquí (2).

Oh, Señor, pasa por aquí (2).

Espíritu Santo, pasa por aquí (2).

Oh, Señor, pasa por aquí (2).

Lléname de ti, Señor, lléname de ti (2).

Oh, Señor, lléname de ti (2).

Háblame de ti, Señor, háblame de ti (2).

Oh, Señor, háblame de ti (2).

Danos tu amor, Señor, danos tu amor (2).

Oh, Señor, danos tu amor (2).

Historia del Señor de Torrechayoc

 Tras haber sido derrotados los invasores Gonzalo y Hernando Pizarro, al pie de la montaña Apu Q’uñon en Ollantaytambo, se retiran al antiguo pueblo de Moray (hoy Maras) para seguir su lucha contra Manco Inca, parapetado en Ollantaytambo. Desde ese momento se produce el primer sincretismo cultural en Maras, con la presencia de los primeros evangelizadores de la religión católica. Desde vía Maras se inician las primeras fiestas de Pentecostés, y se propaga a los territorios de Yucay con las Cruces de Q’añibamba, Calvario y Choqekillka.

La fiesta de Cruz Velakuy es implantada por el Virrey Francisco de Toledo, en 1560, cuando se trasladó al Cusco acompañado por los jesuitas, para sofocar la resistencia de los incas, disponiendo que se coloquen cruces en lugar de los Wakas de los incas, entre ellas la Cruz de Pentecostés de las alturas de Kunkani sobre la Waka “kuskan killa”.

El gran terremoto que arrasó Lares y 20 kilómetros a la redonda en 1650, durante dos años, hicieron que el camino real de Pumawanka desaparezca junto con la Cruz de dicho Abra.

Juvenal Elorrieta Gonzáles, a propósito, presenta la siguiente narración: “Mi padre narró el origen de la Santísima Cruz del Señor de Torrechayoc, que a su vez había sido contada por mi abuelo don Ismael Elorrieta Dueñas”.

Una de las acciones más celebradas de la Sociedad Protección Mutua de Urubamba del Señor de Torrechayoc fue la construcción de un camino de herradura por la Quebrada de Pumawanka hacia Lares: vía mucho más corta, fácil y económica. Para entonces desempeñaba el cargo de sub-prefecto de la provincia don José Pereira, coronel del Ejército, hombre entusiasta y laborioso, quien al ingresar como socio prometió laborar por el Señor, brindar todo su apoyo, esfuerzo y el poder de su investidura para la construcción del anhelado camino…

Una apacible mañana de sol fue agitada por la convocatoria mediante bando, en la que anunciaba el inicio de la construcción. Al llegar la hora de la merienda se comentaba con alegría en los alrededores del pueblo la novedad y, al final de la tarde, ya toda la provincia estaba enterada… Los trabajos se hicieron en turnos, por distrito, mediante faenas que semejaban al espíritu de los trabajos comunitarios de la época del Tahuantinsuyo. Al amanecer del 21 de marzo de 1885, cuando la tierra cambiaba de estación hacia el otoño, antes de principiar los trabajos, los obreros dejaron caer las mejores hojas verdes de coca y algo de chicha para que las grandes montañas de Illahuamán, Chicón y Pumahuanca entreguen sus fuerzas, evitando accidentes y haciendo más propicia la construcción.

Muchos arbustos y piedras fueron quitados del camino; las últimas lluvias de la estación aumentaron el caudal de algunos riachos que atravesaban el nuevo trazo. Cada vez que el desarrollo del camino se aproximaba a la cumbre, el frío de las primeras horas de la mañana, el párroco de Urubamba, quien superando todas las fatigas de tan larga y penosa caminata llegaba hasta Sicllaqasa, para celebrar misas de recogimiento y devoción. No todos los párrocos tienen condición física adecuada para tales esfuerzos e inquebrantable voluntad para llegar a tales parajes.

Cierto año, en las proximidades de la festividad de la Cruz, los Carguyocs de Lares bajaron a Urubamba, para solicitar al párroco se sirva a celebrar la misa a Sicllaqasa. Para sorpresa de la comitiva, este ya no era quien había celebrado las misas anteriores: el nuevo clérigo se negó a viajar por temor a la distancia, la altura, el frío y su avanzada edad. El anciano sacerdote les aconsejó muy afablemente que trajesen la Cruz a Urubamba y que con su basta experiencia eclesiástica haría misas de gran solemnidad. Entre compungidos, preocupados, y otros, resignados, resolvieron llevar el pesado madero. Dicen que fueron necesarios más de treinta fornidos cargadores, con la convicción a toda prueba.

Al anochecer de un tranquilo día, la procesión llegó a los predios de Qqatan, lugar donde el maíz ya había sido cosechado y se preparaban los tendales. Entre la penumbra armaron un improvisado altar para la velada de la noche de la Víspera; días más adelante, en Pentecostés, la representación de Cristo era llevada en procesión al templo  de San Pedro, para la misa de fiesta, luego retornar a su austero altar de Qqatan y finalmente iniciar el retorno a Sicllaqasa; repitiéndose por muchos años el peregrinaje entre Sicllaqasa y Urubamba.

La última travesía de la Cruz tal vez ya estaba próxima, porque los retornos al Abra se hacían cada vez más difíciles. Cierto año, después de las fastuosas celebraciones se organizó como de costumbre el retorno. Los cargadores que se disponían a llevar la Cruz sintieron un inusual peso que impedía ser cargada. Varios intentos, arengas, y sobreesfuerzos fueron en vano. El murmullo general del gentío expresaba el entendimiento de que la Cruz no quería retornar a Sicllaqasa. Incluso se mantiene el rumor, que en medio del sueño de los cargadores, alguno manifestó que el Señor se les había aparecido y les había dicho: “Quiero quedarme aquí, allá hace mucho frío”. Se decidió entonces dejar la cruz ese año en Urubamba y hacerle una choza para su protección. Los lareños hicieron muchos y airados reclamos para que se devuelva, pero ningún grupo pudo llevarlo, a pesar de los sucesivos intentos en repetidos años, quedando con el nombre de Larespampa, el lugar donde se logró emplazarlo.

Para ello se había creado ya la Sociedad de Protección mutua de aquella Cruz, quien construyó una capilla de adobe en terrenos cedidos por un señor apellidado Hinojosa, con una torre de tres campanarios, por lo que desde esos días se llama al lugar “Torrechayoc”, es decir, de la “torrecita”. El entusiasmo de los feligreses fue mayor que la razón a la hora de la edificación de la capilla, ya que esta resultó tan pequeña que se tuvo que recortar los brazos y cuerpo de la Cruz del tamaño actual.

Años más tarde, la Sociedad Protección mutua cambió de denominación a llamarse “Sociedad Protección mutua de la Santísima Cruz del Señor de Torrechayoc”, que fue reconocida por Resolución suprema del 19 de noviembre de 1921, gracias a las gestiones de su presidente, señor Luis Valcárcel Medina, y los buenos oficios del diputado don Ramón Nadal. La devoción siguió creciendo, los festejos se hacían con mayor pompa, agregándose danzas folklóricas, corrida de toros, arranque de gallos, carrera de caballos y fieles excedidos en beber y comer.

El primigenio rostro en marco de plata de la Santísima Cruz fue obsequiada por Serapio Eliseo Elorrieta Acurio. Se trataría de un rostro de Cristo en su pasión, con la corona de espinas en su cabeza y la frente ensangrentada, con la mirada impedida, pero de la que fluye devoción. Dentro de las famosas cruces de la Pasión tan divulgadas por la evangelización española parece que se tratara del paño que tomaría en sus manos y conservaría La Verónica del viacrucis cristiano, quien después de enjugar el rostro cansado del Señor, en la Vía Dolorosa hacia el Calvario, vio que la mirada del Cristo se quedó impregnada en su paño.

El rostro de don Serapio Elorrieta tenía la peculiaridad de que cuando el observador se desplazaba tanto a la derecha como a la izquierda parecía que la mirada piadosa del Señor lo seguía y cuando se le miraba fijamente daba la impresión de abrir aún más los ojos. Este rostro inicial se mantiene guardada en el museo de sitio que la Sociedad tiene en el lugar. A partir de entonces se ha convertido en la representación oficial de los devotos.

Años más tarde se construyó una capilla más grande, costeada por don Francisco Tamayo, en agradecimiento a la Cruz por haber sido elegido diputado de la provincia. Se puede decir, “la segunda capilla”. Luego, la  capilla fue elevada a categoría de Santuario arquidiocesano por decreto Arzobispal N° 346-2001, resultado de los muchos milagros y gestión de la Asociación de protección mutua.

Hasta aquí todo lo concerniente a la devoción de la Santísima Cruz del Señor de Torrechayoc de Urubamba contada en la revista cultural “Reto andino N° 2-1997”, de la Asociación cultural Saqsayhuamán.

La tradición de la intensificación de la fiesta y la llegada de más peregrinos se complementa con una historia de hacia los años 80. Se cuenta que en una mina de Bolivia un grupo de trabajadores llevaba con normalidad su faena diaria, cuando un hombre, con apariencia de general de Ejército, y según el aspecto de su rostro, “agringado”, se les apareció y acercó para pedirles que vayan a su casa, que su familia les esperaba. Esta petición se les hizo extraña y no tuvo sentido hasta cuando vieron desplomarse la mina a vista y paciencia de los salvaguardados. Volvieron su mirada hacia aquel general y le agradecieron por impedir su muerte, y le preguntaron cómo se llama, cómo se le puede agradecer… Y cuentan los hermanos que solo atinaron a escuchar “me encontrarán en Torrechayoc”. Tras preguntar entre uno y otro lugareño y paisano dónde quedaba ese lugar, nadie sabía dar razón.

Por su cercanía al Perú, los hermanos peregrinaron hacia Puno y llegaron hacia Cusco, puesto que las palabras oídas sonaban más al quechua que el aymara que muchos bolivianos aún conservan. En Cusco les supieron dar razón que en Urubamba había un lugar al que le dicen “Torrechayoc”. Grande fue su sorpresa cuando al ingresar a la capilla (aún no era Santuario) y vieron la bendita imagen de Serapio Elorrieta encumbrada sobre la Cruz se dijeron: “ese es el Señor”. Hay un detalle particular sobre este rostro original: el Señor está pintado con un cabello entre marrón y rubio, por lo que muchos devotos le llamaban “el gringo”, precisamente como los peregrinos lo habían visto: el capitán gringo. De aquí también la tradición que se honre a la Santísima Cruz con los distintivos de todo un general del Ejército: con insignias, galardones y los mismos kepíes.

Tras este relato se intensificaron los peregrinos de todas partes de la región y del sur del Perú que escuchaban noticias de los milagros y prodigios del Señor de la Cruz de Torrechayoc. No es de desestimar que los devotos convencianos llegasen también a estos lugares (de donde muchas familias tienen origen) para conocer a tan famoso Señor. La increíble fe del primer grupo de peregrinos hizo que atravesaran largas horas de caminata y cruzar el Abra Málaga para llegar a Ollantaytambo y luego al mismo Urubamba para ofrecer los honores. Pasados los años, trasladando la fe a su pueblo, especialmente a Quillabamba, los devotos formaron la generosa Hermandad del Señor de Torrechayoc, que construyó en la zona llamada de La Granja, vía Sambaray, un templo con las mismas características exteriores del Santuario principal de Urubamba. Con un amplio número de devotos decidieron empezar a celebrar las fiestas con una réplica de la Cruz de Urubamba, también con danzas y manifestaciones culturales, especialmente con el arraigo del altiplano peruano de los peregrinos, según la versión de la historia que ha llegado hasta nuestros días.


Secuencia de Pentecostés

 

Ven, Espíritu Divino, manda tu luz desde el cielo,

Padre amoroso del pobre; don, en tus dones espléndido;

luz que penetra las almas; fuente del mayor consuelo.

 

Ven, dulce huésped del alma, descanso de nuestro esfuerzo,

tregua en el duro trabajo, brisa en las horas de fuego,

gozo que enjuga las lágrimas y reconforta en los duelos.

 

Entra hasta el fondo del alma, divina luz, y enriquécenos.

Mira el vacío del hombre, si tú le faltas por dentro;

mira el poder del pecado, cuando no envías tu aliento.

 

Riega la tierra en sequía, sana el corazón enfermo,

lava las manchas, infunde calor de vida en el hielo,

doma el espíritu indómito, guía al que tuerce el sendero.

 

Reparte tus siete dones, según la fe de tus siervos;

por tu bondad y tu gracia, dale al esfuerzo su mérito;


salva al que busca salvarse y danos tu gozo eterno. Amén.


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