Para ser santo hay que ser feliz
"Si somos felices, estamos caminando hacia la santidad..."
El
1° de enero del 2011 fue un día inolvidable en mi vida. Me encontraba en casa
de una prima muy querida. Había llegado por la tarde, para felicitarla por el
nuevo año. De paso, quería que me prestara su computadora para hacer algunos
encargos. Hace algunos meses había escuchado tres discos del grupo Jésed, canciones que
me invitaban a encontrarme con Dios y
conmigo mismo en una de esas crisis que nos suelen dar a menudo a quienes nos
encontramos en la formación inicial. Esa noche quería descargar un disco más de
mi grupo favorito. Encontré el disco dedicado a San Juan Bosco: “Estén alegres
en el Señor”, y uno de los temas que tocó profundamente mi corazón fue “Para ser santo”.
En
la Catequesis ya había escuchado tantas veces aquel rollo de que todos estamos
llamados a la santidad. Pero nunca como ese día me sentí tan persuadido, tan
intrigado. Me dije a mí mismo que yo también quería ser santo. Y -según la
letra de la canción- tenía que ser feliz, obediente, dar amor, ser trabajador, jugar,
orar y cantar… Pero, sobre todo, el primer verso me intrigó: “Para ser santo hay que ser feliz”. ¡Waoo!
Mi interior se preguntaba si era feliz. En realidad, se trata grandes preguntas en la
vida: ¿Soy feliz?, ¿Soy feliz con lo que soy?, ¿Soy feliz con lo hago?
Aquel
año era un año para meditar mi decisión de si ser o no novicio dominico. Han pasado
algunos años y creo haber tomado una decisión que me ha hecho feliz. Muchos me
han preguntado: ¿Y no te has cuestionado nunca tu vocación? “¡Claro que sí! Pero,
mientras tanto soy feliz con lo que vivo”. Y espero seguir recibiendo el don de la felicidad. He tenido momentos muy, muy
difíciles. Algunas veces me he visto con las maletas en la puerta de mi cuarto,
por si los hermanos deciden que no continúe. Pero he aprendido también que la
decisión de ser feliz no la toma otro que no sea, precisamente, uno mismo. Solo nosotros podemos
respondernos a estas preguntas: ¿Soy feliz?, ¿Soy feliz con lo que soy?, ¿Soy
feliz con lo hago?
De
la felicidad arranca la pregunta por la santidad. Sí, le he dicho a mi Dios que
quiero ser santo, aunque el camino sea tan sencillo como difícil. Pero desde
aquel año me lo he propuesto: “Debo creérmelo”. Solo si tengo la convicción de
esta invitación constante, puedo lograrlo.
Radio
Santo Domingo de Chimbote hace algunos años atrás hizo una linda producción dedicada
a nuestro padre Domingo de Guzmán. En un episodio en el que a “Fray Domingo” le
preguntan por qué oraba postrado en el suelo, aquel respondía que solo
reconociendo humildemente la pequeñez de su ser es que lograba encontrarse y hablar con Dios. Así como un niño necesita que alguien le levante cuando
se cae, así somos cada uno de nosotros en el mundo. No importa cuántas veces
hayamos caído al suelo. Si confiamos que
Dios nos puede levantar con sus brazos de misericordia (decía Santa Teresita), logramos
alcanzar ese pedacito de santidad que queremos. Solo esta convicción nos puede
hacer felices. Y si somos felices, estamos caminando hacia la santidad. ¡Pero
hay que creérnosla!
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