Encadenados al ritmo...
(Chained to the
rhythm)
Cada
que vuelvo a reproducir uno de los últimos videos de la famosa Katy Perry, Chained to the rhythm, me quedo pensando
en los múltiples mensajes que aparecen en las escenas. Tal videoclip ha sido tema de
discusión en el mismo servidor y en diferentes websites, así que no seré ni el
primero ni el último que dé una palabra sobre las irrefutables alusiones que hay
detrás de tanto color y tanto "ritmo encadenado". Quisiera compartir un aspecto
que habla de nuestras relaciones con nosotros mismos y con los demás.
En
primer lugar, en el video la gente camina y anda con su mirada fija hacia un horizonte
perdido. Hay pocas escenas de interacción con el otro: Una de ellas en que las
parejas en la montaña rusa intercambian miradas por un momento; otra en que los
bailarines, en un estacionamiento, hacen
un par de maniobras con la cantante; finalmente aquella en la que Katty parece
despertar del letargo en que se ve sumergida, debido a que otro cantante (Skip
Marley), que sale de la televisión, la persuade con su rapeo que –entre otras
cosas dice: “es tiempo de derribar los muros”. Todas las demás escenas presentan
gente ensimismada, caminando con sus tablets, bailando como robots sin tener
contacto… se trata de gente que, encadenada al ritmo de las estructuras y de la
sociedad, vive dormida como si en el mundo no estuviera pasando nada.
Este
“derribar muros” de Marley no puede ser otra cosa que una fuerte llamada de atención a la absurda
política proteccionista de Donald Trump (y su infame proyecto de construir un muro entre México y EEUU); pero más allá de ello, son claros los tipos
de muros que la sociedad ha construido en aquella ciudad utópica en la que la
gente “se divierte” y “baila”. No falta el muro de la desigualdad entre varones
y mujeres, en el que cada uno cumple roles específicos (la mujer plancha, el
varón se educa) y en que el varón parece siempre el que gana en puntaje a la
mujer (ver el puntaje que obtiene Simon frente a Rose); no falta el muro de la
desigualdad entre nacionales y extranjeros, en que los últimos salen volando de
una máquina hacia el exterior del parque de diversiones; y no falta la crítica
a la familiar nuclear histórica, que posiblemente deja entrever la
posibilidades de nuevos tipos de familia fuera de solo ser “padre-madre-hijo-hija”.
Detrás
de un simple hit musical el trabajo de esta cantante, aclamada por multitudes, nos
deja muchas interrogantes. En el mejor de los casos, nos quedamos como al final
del videoclip: intrigados, con ganas de saber realmente que está pasando,
deteniéndonos de la rutina de seguir corriendo sin un sentido específico.
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