CRUZ VEALAKUY | Subsidios para la Fiesta de la Cruz

 


Celebración de la Cruz

Cruz Velakuy (en algunos lugares) 

Vísperas de la Fiesta de la Cruz

 

Animador: Dios mío, ven en mi auxilio (se hace la señal de la Cruz).
Todos: Señor, date prisa en socorrerme.

Animador: Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Todos: Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.

             Amén. Aleluya.

 

Canto que hable del amor del Señor 

 

Acto de Contrición 

 

¡Señor mío, Jesucristo! Dios y Hombre verdadero,

Creador, Padre y Redentor mío; por ser Tú quien eres, Bondad infinita,

y porque te amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón haberte ofendido.

Ayudado de tu divina gracia propongo firmemente nunca más pecar,

confesarme y cumplir la penitencia que me fuere impuesta. Amén.

 

Himno para cada día

 

Cruz de Cristo, cuyos brazos todo el mundo han acogido.
Cruz de Cristo, cuya Sangre todo el mundo ha redimido.
Cruz de Cristo, luz que brilla en la noche del camino.
Cruz de Cristo, cruz del hombre, su bastón de peregrino.
Cruz de Cristo, árbol de vida, vida nuestra, don eximio.
Cruz de Cristo, altar divino de Dios-Hombre en sacrificio. Amén.

 

¡Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos,

porque con tu santa cruz redimiste al mundo! (3 veces)

 

Lectura

De la carta a los corintios: 1Co 1, 23-24

“Nosotros predicamos a Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los gentiles; pero para los llamados a Cristo -judíos o griegos-: fuerza de Dios y sabiduría de Dios…”

Palabra de Dios. 

Te alabamos, Señor.

 

Historia de la Fiesta de la Cruz

Hacia el año 320 la Emperatriz Elena de Constantinopla encontró la Vera Cruz, la cruz en que murió Nuestro Señor Jesucristo, La Emperatriz y su hijo Constantino hicieron construir en el sitio del descubrimiento la Basílica del Santo Sepulcro, en el que guardaron la reliquia.


Años después, el rey Cosroes II de Persia, en el 614 invadió y conquistó Jerusalén y se llevó la Cruz poniéndola bajo los pies de su trono como signo de su desprecio por el cristianismo. Pero en el 628 el emperador Heraclio logró derrotarlo y recuperó la Cruz y la llevó de nuevo a Jerusalén el 14 de septiembre de ese mismo año. Para ello se realizó una ceremonia en la que la Cruz fuellevada en persona por el emperador a través de la ciudad. Desde entonces, ese día quedó señalado en los calendarios litúrgicos como el de la Exaltación de la Vera Cruz.


El cristianismo es un mensaje de amor. ¿Por qué entonces exaltar la Cruz? Además la Resurrección, más que la Cruz, da sentido a nuestra vida. Pero ahí está la Cruz, el escándalo de la Cruz, de San Pablo. Nosotros no hubiéramos introducido la Cruz. Pero los caminos de Dios son diferentes. Los apóstoles la rechazaban. Y nosotros también.


La Cruz es fruto de la libertad y amor de Jesús. No era necesaria. Jesús la ha querido para mostrarnos su amor y su solidaridad con el dolor humano. Para compartir nuestro dolor y hacerlo redentor.


Jesús no ha venido a suprimir el sufrimiento: el sufrimiento seguirá presente entre nosotros. Tampoco ha venido para explicarlo: seguirá siendo un misterio. Ha venido para acompañarlo con su presencia. En presencia del dolor y muerte de Jesús, el Santo, el Inocente, el Cordero de Dios, no podemos rebelarnos ante nuestro sufrimiento ni ante el sufrimiento de los inocentes, aunque siga siendo un tremendo misterio.

Jesús, en plena juventud, es eliminado y lo acepta para abrirnos el paraíso con la fuerza de su bondad: "En plenitud de vida y de sendero dio el paso hacia la muerte porque El quiso. Mirad, de par en par, el paraíso, abierto por la fuerza de un Cordero".

 

En toda su vida Jesús no hizo más que bajar: en la Encarnación, en Belén, en el destierro. Perseguido, humillado, condenado. Sólo sube para ir a la Cruz. Y en ella está elevado, como la serpiente en el desierto, para que le veamos mejor, para atraernos e infundirnos esperanza. Pues Jesús no nos salva desde fuera, como por arte de magia, sino compartiendo nuestros problemas. Jesús no está en la Cruz para adoctrinarnos olímpicamente, con palabras, sino para compartir nuestro dolor solidariamente.

Pero el discípulo no es de mejor condición que el maestro, dice Jesús. Y añade: "El que quiera venirse conmigo, que reniegue de sí mismo, que cargue con su cruz y me siga". Es fácil seguir a Jesús en Belén, en el Tabor. ¡Qué bien estamos aquí!, decía Pedro. En Getsemaní se duerme, y, luego le niega.


"No se va al cielo hoy ni de aquí a veinte años. Se va cuando se es pobre y se está crucificado" (León Bloy). "Sube a mi Cruz. Yo no he bajado de ella todavía" (El Señor a Juan de la Cruz). No tengamos miedo. La Cruz es un signo más, enriquece, no es un signo menos. El sufrir pasa, el haber sufrido -la madurez adquirida en el dolor- no pasa jamás. La Cruz son dos palos que se cruzan: si acomodamos nuestra voluntad a la de Dios, pesa menos. Si besamos la Cruz de Jesús, besemos la nuestra, astilla de la suya.

Es la ambigüedad del dolor. El que no sufre, queda inmaduro. El que lo acepta, se santifica. El que lo rechaza, se amarga y se rebela.

 

¡Oh Cruz fiel!

 

Animador (A): ¡Oh, Cruz fiel, árbol único en nobleza!
Jamás el bosque dio mejor tributo en hoja, en flor y en fruto.

Todos: ¡Dulces clavos! ¡Dulce árbol donde la Vida empieza

             con un peso tan dulce en su corteza!


A: Cantemos la nobleza de esta guerra, el triunfo de la sangre y del madero;
y un Redentor, que en trance de Cordero, sacrificado en Cruz, salvó la tierra.
Todos: ¡Dulces clavos!...


A: Dolido mi Señor por el fracaso de Adán, que mordió muerte en la manzana,
otro árbol señaló de flor humana, que reparase el daño paso a paso.
Todos: ¡Dulces clavos!...


A: Y así dijo el Señor: "¡Vuelva la Vida, y que el Amor redima la condena!"
La gracia está en el fondo de la pena, y la salud naciendo de la herida.
Todos: ¡Dulces clavos!...


A:¡Oh, plenitud del tiempo consumado! Del seno de Dios Padre en que vivía,
ved la Palabra entrando por María en el misterio mismo del pecado.
Todos: ¡Dulces clavos!...


A: ¿Quién vio en más estrechez gloria más plena, y a Dios como el menor de los humanos?
Llorando en el pesebre, pies y manos lo faja una doncella nazarena.
Todos: ¡Dulces clavos!...


A: En plenitud de vida y de sendero, dio el paso hacia la muerte porque Él quiso.
Mirad de par en par el paraíso abierto por la fuerza de un Cordero.
Todos: ¡Dulces clavos!...


A: Vinagre y sed la boca, apenas gime; y, al golpe de los clavos y la lanza,
un mar de Sangre fluye, inunda, avanza por tierra, mar y cielo, y los redime.
Todos: ¡Dulces clavos!...


A: Ablándate, madero, tronco abrupto de duro corazón y fibra inerte;
doblégate a este Peso y esta Muerte que cuelga de tus ramas como un Fruto.
Todos: ¡Dulces clavos!...


A: Tú, solo entre los árboles, crecido para tender a Cristo en tu regazo;
tú, el arca que nos salva; tú, el abrazo de Dios con los verdugos del Ungido.
Todos: ¡Dulces clavos!...

A: Al Dios de los designios de la historia, que es Padre, Hijo y Espíritu, alabanza

al que en la Cruz devuelve la esperanza de toda salvación, honor y gloria. Amén.
Todos: ¡Dulces clavos!...

 

Peticiones (Preces)

Animador: Oremos a nuestro Redentor, que por su cruz nos ha salvado, y digámosle confiados:

Todos: Por tu cruz, Señor, llévanos a tu reino.

 

Oh Cristo, que te anonadaste a ti mismo, tomando la condición de esclavo y pasando por uno de tantos, haz que la Iglesia imite siempre tu humildad.

Animador: Cristo Señor, que te rebajaste hasta someterte incluso a la muerte y una muerte de cruz, haz que te sigamos por el camino de la obediencia y de la paciencia.

Todos: Por tu cruz, Señor, llévanos a tu reino.

 

Animador: Cristo Señor, que fuiste levantado por Dios y recibiste el «Nombre-sobre-todo-nombre», concede a todos tus fieles perseverar hasta el fin.

Todos: Por tu cruz, Señor, llévanos a tu reino.

 

Animador: Cristo Jesús, ante cuyo nombre se dobla toda rodilla en el cielo, en la tierra y en el abismo, haz que todos los hombres te adoren y vivan en tu paz.

Todos: Por tu cruz, Señor, llévanos a tu reino.

 

(Se pueden añadir algunas intenciones libres)

 

Animador: Cristo Jesús, a quien toda lengua proclamará: Señor, para gloria de Dios Padre, recibe a nuestros hermanos difuntos en el reino de la eterna felicidad.

Todos: Por tu cruz, Señor, llévanos a tu reino.

 

Animador: Terminemos nuestra oración con las palabras que Cristo nos enseñó:

                    Padre nuestro que estás en el cielo…

 

Animador:
Señor, Dios nuestro, que has querido salvar a los hombres por medio de tu Hijo muerto en la cruz, te pedimos, ya que nos has dado a conocer en la tierra la fuerza misteriosa de la cruz de Cristo, que podamos alcanzar en el cielo los frutos de la redención. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

 

Animador: Bendigamos al Señor.
Todos: Demos gracias a Dios.

Canto final.



LECTURAS PARA LA SANTA MISA:

FIESTA DE LA CRUZ (VÍSPERAS Y 3 DE MAYO)

 

Primera Lectura

Miraban a la serpiente de bronce y quedaban curados

 

Lectura del libro de los Números 21, 4b-9

 

En aquellos días, el pueblo estaba extenuado del camino, y habló contra Dios y contra Moisés:

—«¿Por qué nos has sacado de Egipto para morir en el desierto?

No tenemos ni pan ni agua, y nos da náusea ese pan sin cuerpo».

El Señor envió contra el pueblo serpientes venenosas, que los mordían, y murieron muchos israelitas.

Entonces el pueblo acudió a Moisés, diciendo:

—«Hemos pecado hablando contra el Señor y contra ti; reza al Señor para que aparte de nosotros las serpientes».

Moisés rezó al Señor por el pueblo, y el Señor le respondió:

—«Haz una serpiente venenosa y colócala en un estandarte: los mordidos de serpientes quedarán sanos al mirarla».

Moisés hizo una serpiente de bronce y la colocó en un estandarte. Cuando una serpiente mordía a uno, él miraba a la serpiente de bronce y quedaba curado.

Palabra de Dios.

 

Salmo responsorial

Salmo 77, 1-2. 34-35. 36-37. 38 (R.: cf. 7b)

 

R. No olviden las acciones del Señor.

 

Escucha, pueblo mío, mi enseñanza,
inclina el oído a las palabras de mi boca:
que voy a abrir mi boca a las sentencias,
para que broten los enigmas del pasado. R.

 

Cuando los hacía morir, lo buscaban,
y madrugaban para volverse hacia Dios;
se acordaban de que Dios era su roca,
el Dios Altísimo su redentor. R.

 

Lo adulaban con sus bocas,

pero sus lenguas mentían:
su corazón no era sincero con él,

ni eran fieles a su alianza. R.

 

Él, en cambio, sentía lástima,
perdonaba la culpa y no los destruía:
una y otra vez reprimió su cólera,
y no despertaba todo su furor. R.

 

Segunda Lectura

Se rebajó, por eso Dios lo levantó sobre todo

 

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses 2, 6-11

 

Cristo, a pesar de su condición divina,
no hizo alarde de su categoría de Dios;

al contrario, se despojó de su rango
y tomó la condición de esclavo,
pasando por uno de tantos.

Y así, actuando como un hombre cualquiera,
se rebajó hasta someterse incluso a la muerte,
y una muerte de cruz.

Por eso Dios lo levantó sobre todo
y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre»;
de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble
en el cielo, en la tierra, en el abismo,

y toda lengua proclame:
Jesucristo es Señor,
para gloria de Dios Padre.

Palabra de Dios.



Otros himnos litúrgicos/oraciones

a la Santísima Cruz

 

 

Brille la Cruz de Cristo

 

Brille la cruz del Verbo, luminosa, brille como la carne sacratísima
de aquel Jesús nacido de la Virgen que en la gloria del Padre vive y brilla.

 

Gemía Adán doliente y conturbado, lágrimas Eva junto a Adán vertía;
brillen sus rostros por la cruz gloriosa, cruz que se enciende cuando el Verbo expira.

 

¡Salve, cruz de los montes y caminos, junto al enfermo suave medicina,
regio trono de Cristo en las familias, cruz de nuestra fe, salve cruz bendita!

 

Reine el Señor crucificado, levantando la cruz donde moría;
nuestros enfermos ojos buscan luz, nuestros labios el río de la vida.

 

Te adoramos, oh cruz que fabricamos pecadores con manos deicidas;
te adoramos, ornato del Señor, sacramento de nuestra eterna dicha. Amén.

 

(Liturgia de las Horas)

 

Salve de la Santísima Cruz

 

Alabado sea mil veces, el Santísimo Madero de la Cruz

que obró Jesús el remedio nuestro.

Alabada la sagrada pasión de Redentor tan Supremo,

que siendo Dios se humanó para redimir a su pueblo.

Bendito sean los dolores de la Reina de los Cielos

que como piadosa Madre, lo acompañó en sus tormentos,

así sea por los siglos y de los siglos Eternos.

Para que así para siempre la santa cruz adoremos.

Amén, olivar precioso; amén, escogido cedro;

Amén, encumbrada palma, ciprés de la iglesia excelsa,

Amén, árbol de la Vida;

Amén hasta que el Cielo tus alabanzas

cantemos por toda la eternidad:

  

¡Oh gloriosa cruz de Cristo!

 

¿Acaso no son joyas, preciosas,

los sufrimientos que Cristo permite en ti?

¿Acaso no son alhajas con que él te regala, porque te ama?

 

Las almas elegidas por Cristo, tienen por herencia y porción siempre la cruz.

 

¡Oh, la gloriosa cruz de Cristo,

es la señal de que seguimos al maestro,

dondequiera que él va!

¡Tribulación bendita, que nos acerca a Cristo!

Si Dios te ha permitido herir mi corazón

será para su gloria y mi santificación:

¡por medio del calvario camino hacia la resurrección!


(San Pío de Pietrelcina)


¡Yo nací para la Cruz!

 

Yo nací para la Cruz, porque nací para el amor;

mi alma anhela padecer, la pasión de mi Señor.

Su sufrimiento compartir, por Él mi sangre derramar;

porque sus clavos son mis clavos, y su pasión es mi pasión.

 

La cruz enciende un fuego, que abraza el corazón;

viene a encender las almas, con el fuego del amor.

Y a construir en ellas, un hogar para el Señor.

Esta es la Cruz de Cristo, y éste es el Cristo de la Cruz;

y el que a la Cruz contempla, contempla a Cristo en la Cruz.

 

¡Para poder servirnos!

 

Para poder servirnos, Jesús se despojó de todo;

lavándonos los pies arrodillado, nos amó hasta el extremo.

Para poder amarnos, Jesús subió a la Cruz y abrió los brazos;

y murió para lavar nuestros pecados, y a la muerte venció para salvarnos.

 

Para poder servirte, yo me he de despojar de todo;

y revestirme de ti, Jesús amado; renunciando a mi nada, a cambio de tu todo.

No; no quiero ser mejor, ni ser mayor que mis hermanos;

tan solo quiero amarlos como los amas Tú.

No me basta mi amor que es tan pequeño,

necesito de ti, necesito tu amor, para poder amarlos.


(Conchita Cabrera de Armida)

 

La cruz brilla

 

Las banderas reales se adelantan
y la cruz misteriosa en ellas brilla:
la cruz en que la vida sufrió muerte
y en que, sufriendo muerte, nos dio vida.

 

Ella sostuvo el sacrosanto cuerpo
que, al ser herido por la lanza dura,
derramó sangre y agua en abundancia
para lavar con ellas nuestras culpas.

 

En ella se cumplió perfectamente
lo que David profetizó en su verso,
cuando dijo a los pueblos de la tierra:
«Nuestro Dios reinará desde un madero.»

 

¡Árbol lleno de luz, árbol hermoso,
árbol ornado con la regia púrpura,
y destinado a que su tronco digno
sintiera el roce de la carne pura!

 

¡Dichosa cruz que con tus brazos firmes,
en que estuvo colgado nuestro precio,
fuiste balanza para el cuerpo santo
que arrebató su presa a los infiernos.

 

A ti, que eres la única esperanza,
te ensalzamos, oh cruz, y te rogamos
que acrecientes la gracia de los justos
y borres los delitos de los malos.

 

Recibe, oh Trinidad, fuente salubre,
la alabanza de todos los espíritus,
y tú que con tu cruz nos das triunfo,
añádenos el premio, oh Jesucristo. Amén.

 

(Liturgia de las Horas)

 

 Avanzan las estandartes

 

Avanzan los estandartes del Rey

mientras brilla el misterio de la Cruz: 

ese patíbulo donde el Creador de la carne 

padece en la suya propia. 

Al ser herido, además, por el hierro cruel 
de una lanza, manó Sangre y Agua, 
para lavar nuestras culpas.

Oh, árbol resplandeciente y hermoso, 
engalanado con púrpura del Rey, 
sólo tú fuiste elegido para que tu noble tronco 
entrara en contacto con Miembros tan santo.

Qué Cruz tan dichosa, aquella de cuyos brazos, 
como en una balanza, estuvo colgado el Precio del mundo, 
que arrebatara al infierno su presa.

(Liturgia de las Horas)


Salve de la Cruz


¡Salve! Altar, ¡Salve!, Víctima, gloriosa en la Pasión, 
donde la Vida sufrió la muerte 
y con su muerte nos devolvió la Vida.

¡Salve!, oh, Cruz, esperanza única: 
en este tiempo de Pasión, 
aumenta en los justos la gracia 
y borra las culpas de los pecadores.

Oh, Trinidad, Fuente de salvación: 
que te celebren todas nuestras almas: 
y a quienes has salvado por el misterio de la Cruz, 
ampáranos por los siglos sin término. Amén.

 

(Liturgia de las Horas)

 

 ¡Salve, Santa Cruz!

 

Salve, Cruz Santa, gloria del mundo, 

esperanza cierta, fuente de la auténtica alegría, 

señal de salvación, amparo en los peligros, 

que nos trasmites la Vida. 

Oh, Cruz adorable, Cruz vivífica, honra del género humano. 
Leño que nos hizo siervos, Leño que nos hizo libres: 
en tu honor cantamos este himno de alabanza.

Gloria a Dios Padre y al Espíritu Santo 
en la Cruz del Hijo: que la Exaltación de la Cruz, 
siendo el gozo de los Ángeles y Santos, 
honre y engalane también al mundo entero. Amén.

Resplandece sobre el mundo 

el signo admirable de la Cruz, 

del que pende, Inocente, el Redentor del género humano. 

 No hay cedro del Líbano que lo iguale en nobleza, 
árbol que, trayéndonos el Premio de la Vida, 
nada sabe de frutos nocivos.

Invocando la señal de la Santa Cruz, 
guárdanos, oh, Cristo, Rey clementísimo, 
a lo largo de todos los momentos de nuestra vida.
 
Para que, con armonía de voces
y piadoso corazón, podamos siempre 
cantar las alabanzas que mereces.

Gloria al Padre, al Espíritu Paráclito
 y a Ti también, Jesús, que nos concedes 
gozar para siempre de la Victoria de la Cruz. Amén.

 

(Liturgia de las Horas)












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