Los detalles de doña Prisca
Quebrada Honda es una de las comunidades cristianas campesinas que visitamos, en la medida de lo posible, una vez al mes. Sea quien sea el sacerdote y no importa el número de sus acompañantes, la señora Prisca, esposa de don Leoncio, siempre hace milagros desde su cocina. Antes de llegar a la capilla siempre hacemos una parada obligatoria en su casa, pues nos tiene preparado la gallina al horno y el infaltable cafecito convenciano. Ha pasado algunas veces que por el tema del tiempo el carro parroquial ha pasado de largo, y ella con tristeza se quedaba con la comida y hasta nos decía: "les he esperado..."
Hoy, ambos se encuentran enfermos, y aun así sus detalles no han cesado. Ellos saben que siempre seremos sus padrecitos y sus madrecitas, sus hermanos y hermanas. Querida, Prisca; querido Leoncio: también lo son para nosotros: "mi padre, mi madre, mi hermano y hermana..."
Estos detalles de cariño son de nuestro pueblo que ve en sus visitantes, en los asesores y sacerdotes, el recuerdo de aquellos que fueron sus padres y madres espirituales, y por ello nos quieren ofrecer lo mejor. Su forma de decir "gracias" trasciende a esta palabra. "El sacramento de la taza de café" en sintonía Boff es todo un rito de cercanía hacia nuestros hermanos. Dejarlos con la taza o el plato en la mano, "despreciar" su cariño es algo que los misioneros y misioneras debemos cuidar mucho. Precisamente, la palabra de Dios decía cosas al respecto: "recibir lo que nos den" y "dar paz a la casa donde nos reciben". ¡Gracias, Prisca!, ¡Gracias, Leoncio!, ¡Gracias, queridos hermanos y hermanas que nos ofrecen la copa rebosante! Y perdónennos cuando nuestro orgullo es más alto que sus sencillos detalles.
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