Mi historia musical católica, I Parte


Quienes me conocen saben que me apasiona la música, aunque no haya tenido la oportunidad de prepararme profesionalmente. Cuando tenía 3 años, contaba mi mamá, iba a la escuela con mis hermanas mayores. No era estudiante, pero me colaba, porque me entretenía mucho ese ambiente. ¡Y qué mejor para mi mamá que tenerme distraído, mientras se ocupaba de otras labores! Dicen que era un niño tranquilo y obediente... cosa que con el tiempo cambió... 

Y como seguía a mis hermanas a todas partes, cuando ellas se enfilaron en la Infancia Misionera del pueblo Joven Santo Domingo, asesorado por las Misioneras Dominicas del Rosario y las voluntarias del colegio Nuestra Señora del Carmen, empecé a amar el mundo de las canciones, de las dinámicas y la música. Recuerdo que la primera dinámica que aprendí fue la de "la lluvia" y la primera canción que guardo en el recuerdo fue "El barco en el fondo de la Mar"... Luego aprendí muchísimas canciones, gracias a las profesoras Genara y Elena: cómo olvidar "Cuando un cristiano baile", "Yo me gozo", "Mi mano está llena de su bendición", "La pachanga", "El necio y el sabio", ¡qué recuerdos!

Tengo que confesar que todavía tengo la frustración de no recordar la letra completa de una canción que fue un himno en mi niñez... ¡ojalá alguien me ayude a completarla!... yo aquí pongo la primera estrofa y el estribillo...

EXCURSIÓN

Era una día tan hermoso, de colores y de luz, 
que subiéndome a mi moto a correr salí veloz, 
y a medida que subía, que bajaba, inflameaba, 
toda mi alma se alegraba y cantaba hacia el Señor. 

¡Qué grande es Dios, mi Creador!, ¡a Ti te siento en aire y sol! (Bis). 

Luego, en mi lista de mis canciones favoritas le seguían los Himno a la Infancia Misionera que entonábamos entusiastamente, con nuestros polos rojos del continente americano y nuestras pañoletas blanquiamarillas, frente a las imágenes de San Francisco Javier y Santa Teresita del Niño Jesús, los patrones de la Infancia Misionera. Y así, sin darme cuenta, las profesoras me decían que tenía buena voz. Me la creí y empecé a asistir, junto a mis hermanos, al coro municipal, donde el recordado profesor Maltesse nos enseñó canciones como "Estoy cojo de un pie" y "Alma llanera" (aunque en realidad me sabía, en ese tiempo, todo el cancionero). Pero, a causa del fenómeno del Niño de 1998 se interrumpieron esos bonitos ensayos y el coro quedó en un momento histórico. Ya tenía 10 años cuando fui bautizado e hice mi Primera Comunión, y muy prontito fui admitido en el grupo de acólitos de mi Parroquia. Allí, la música me perseguía, pues a causa de la muerte de un familiar de nuestro asesor Fredy, formamos el coro de los acólitos, donde amé entonar canciones como "Amigo, a tu mesa me sientas, Señor, como amigo" o el canto de ofertorio "Rico Manjar" (cantos que han quedado en el olvido en el mundo litúrgico). 

Cuando llegué a los 14 años y estaba a un pie de salir del grupo de Acólitos me animé a ser parte del Coro CONAMI que estaba realizando un casting para el Congreso Nacional Misionero que se realizaría en Chiclayo, en el año 2022. Para ese entonces, "Alma Misionera" era todo un himno católico latinoamericano, así que la utilicé para la "audición" con el profesor Julio Calderón y el padre Carlos Mundaca Guerra, mi párroco. Lo que vino a continuación me enseñó mucho, mucho más, a amar la música católica. 

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