Desafíos de la Vida Consagrada HOY


Hace exactamente once años hice mis primeros votos como consagrado, pero hace quince años atrás es que empecé este camino. Hoy es el día de la Vida Consagrada, y me tropecé con algunas inquietudes de Abel de Jesús (@AbelDeJesus), quien fuera también consagrado hace algunos años atrás. En medio de unos dardos dolorosos y realistas, quiere pensar en la esperanza de que algo nuevo puede brotar. Sintetizo mis preocupaciones y esperanzas en tres puntos: 

1. La falta de vocaciones. Es el tormento de todos los Institutos de vida consagrada, congregaciones, seminaristas, órdenes. "No hay vocaciones" -se dice. Las causas son muchas, pero todas podrían coincidir que pareciera que la Vida consagrada ha perdido su "frescura". Si fuera de otro modo, muchos y muchas estuvieran en la puerta de los conventos, agolpándose. Ser consagrado/a ya no parece tan atrayente; la multiplicación de ofertas vocacionales hace que cada vez haya más oportunidades de lograr sueños sin necesidad de pertenecer a una familia religiosa. 

Si una motivación común para ser religiosa/o era el altruismo, ahora se puede ayudar a los demás e involucrarse en la causa de los necesitados participando de colectivos interesantes y organizaciones mundiales, cada vez más conectadas; de paso, se puede andar en "libertad", sin estar sujeto a vivir en un claustro/comunidad con horarios y órdenes determinadas.  

Otra de las motivaciones comunes de ingreso era la salvación de la propia alma. Son muchas las personas que dan testimonio de conversión dentro de la vida consagrada. Pero hoy estamos ante una terrible competencia en el "mercado espiritual". También, sin necesidad de sujeciones a particulares, se puede beber de una u otra espiritualidad y "todo está bien". La pérdida del sentido del pecado, la desvinculación a la Iglesia y el olvido de Dios, permiten que muchos piensen en una salvación express, sin tantas vueltas, sin tantos retiros o jornadas, sin tantos años de formación. El "Dios te ama como eres" se ha apoderado de la humanidad, propiciando posturas muy simplistas de la vida, olvidando la radicalidad de lo que significa ser cristiano. 

Esta falta de vocaciones, muy notoria en las comunidades, hace que muchos y muchas NO vean tantos jóvenes como ellos que estén apostando por un estilo de vida diferente. De repente los formadores y responsables de las casas tienen como edad mínima sesenta años, y esto pareciera ponerse peor. Si alguno/a ingresa se siente pronto abandonado, desprovisto de una comunicación con otro de su edad como él/ella y se adormece, aburre, deserta. En algunos casos, la diferencia inter-generacional ha traído graves problemas de comunicación, pero también hay quienes escuchan con respeto y afecto a quienes tienen más años de vida en la Vocación. ¿De qué depende esto? De cómo estemos aprendiendo a respetarnos unos a los otros, sin importar la edad, y nuestra sociedad no está logrando que se den estos aprendizajes: "la cultura del descarte" está a la vuelta de la esquina. 

2. Testimonio evangélico. Pero si bien el número importa, se dice que es más importante la calidad de quiénes están. Y tal vez aquí esté la raíz del problema real de la crisis de la Vida Consagrada. Lumen Gentium atribuye a la vida consagrada este deseo de perfección (LG 43), de la mano de la comunión fraterna. Aquí habría que sostener radicalmente que muchas veces se ha trivializado la perfección. Preguntemos a los consagrados: "¿Quieres ser perfecto, como el Padre es perfecto?"... si la respuesta es un "Sí" rotundo, estamos en buen camino. Si hay dubitaciones y peros, algo no está funcionando bien, y hay que encausar. 

Lumen Gentium también recordaba que la profesión y la vivencia de los votos evangélicos deben ser un distintivo en el consagrado. Tal vez no se vean con distinciones propias cómo uno puede ser fiel a la pobreza, a la castidad o a la obediencia, pero "de lo que hablen nuestros labios, así está nuestro corazón" (Lc 6,45). Y podemos agregar "de como actuemos con el otro, así está nuestro corazón". No hay que desmerecer el testimonio de tantos y tantas que hoy celebran con alegría el sentirse llamados por Dios, pero no se puede dejar de denunciar que en la Vida Consagrada también hay pecado, y -lamentablemente- también corrupción y delitos. De esto ya tenemos muchas noticias y casos, pero lo que da más pena es que no se afronten los problemas con entereza y se dejen pasar. Para quitar el pecado de raíz se deben dar correcciones y sanciones; muchas veces se procede con el silencio, cambio de actividades, confabulaciones y maquillajes. San Manuel González, el Apóstol de la Eucaristía, decía que "un sacerdote santo" tendrá una comunidad santa; y que si en la cuadra de una calle hubiera dos personas santas, la calle sería santa... La santidad verdadera se contagia y tal vez sea el testimonio evangélico esperado para la Vida consagrada. 

Un testimonio de consagrado se pudiera transmitir con obras de caridad y palabras dulces, pero tenemos que recordar constantemente a la Vida consagrada la necesidad de volver y de re-volver a la fuente: La Santa Eucaristía. Las nuevas espiritualidades que acechan a nuestra sociedad también se han filtrado dentro de los claustros y casas religiosas, optando por olvidar a la Fuente por beber de otras aguas. 
Dime cuánto adoras y te diré que tan religioso eres...

3. Apostolados desgastados y desgastantes. Sin duda alguna, siempre se ha alabado, en la vida consagrada, los múltiples carismas que ofrece el Espíritu Santo en las familias religiosas; pero si vamos a los orígenes de cada carisma fundacional, cada apostolado nació de una necesidad que el santo/a fundador/a quiso atender proféticamente. Tras cincuenta, cien, doscientos, quinientos o ochocientos años de vida como "institución", las comunidades se vienen replanteando la pregunta por mantenerse fiel al espíritu del fundador y renovar el carisma a las realidades de hoy. Con tantos años de historia, claro que es muy triste tener que cerrar puestos de misión, casas, obras y conventos grandiosos, pero son pasos que se vienen dando en la triste aceptación de que no se da para más, y de que tal vez Dios nos esté llamando a dar otra respuesta, a otra llamada, que no fue exactamente la inicial. 

Comunidades religiosas entran en crisis y en conflicto cuando atrasan sus procesos de reestructuración, porque predominan más las políticas de conservación y mantenimiento de obras en vez del cuidado a sus propios miembros. De ahí que muchos apostolados, desgastados, se vuelven también desgastantes, sobre todo para los integrantes más jóvenes. El burn-out se encuentra asechando la Vida consagrada. Muchos no han terminado la formación inicial ya están incorporados a una obra; otros, ni bien, reciben, los votos solemnes (o perpetuos) ya están obligados a ser "todistas", a cubrir todos los servicios comunitarios que nadie más los puede cubrir, porque NO hay más gente. Con todo, la Vida Consagrada se vuelve sobrevivencia, la vocación se apaga, y el apostolado también. 

En estos tiempos se pide la presencia y protagonismo de los laicos de la Iglesia, pero otro error que suele suceder es la "laicización" del religioso en pro de mantener el Apostolado. Muchos religiosos se desentienden de la comunidad y de Jesús por acercarse a trabajar más con los laicos. Otros no han logrado entender que hay apostolados que deben delegarse para hacer posibles los nuevos liderazgos que requiere nuestra Iglesia. Jesús mismo acompañó por un tiempo a sus discípulos y luego delegó. Los apostolados fueron delegando misiones a los suyos, y la historia de la Iglesia es una historia de delegaciones en el Espíritu Santo. Aquello que ha merecido ser delegado ha perdurado en el tiempo, aquello imposible de mantener se ha extinguido. Es finalmente el Espíritu el que lleva a religiosos, en comunión con su pueblo, a determinar cómo caminar juntos. 

Colofón 

Pero después de todo... podemos preguntar al pueblo de Dios si necesitan de religiosos y religiosas, de "padrecitos" y "madrecitas". Y responden enérgicamente con un "¡Síiiiii!" y necesitaremos que nos echen mano para fortalecer a los pocos llamados y llamadas a la Vida Consagrada, puesto que muchas veces no nos están ayudando. La Vida Consagrada terminará entendiendo que solo sobrevivirá en cuanto sea testimonio de la Fuente, que es una Fuente atrayente, con apostolados que ofrezcan calidad de vida a sus miembros, y que favorezca la participación en la misión con los demás. 

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