Hacerse humilde
Ser cristiano, es sentirse de Cristo, sentirnos llamados por Cristo y su misión. ¿Pero cuál es su distintivo?
Jesús no vino a hacer alarde de su categoría y superponerse sobre los demás. Su identidad estaba marcada por el servicio: "tomó la condición de esclavo y pasando por uno de tantos se rebajó hasta someterse incluso a la muerte y una muerte de Cruz" (Flp 2,5-12). Esa era la misión que tenía con el Padre. Y no era una tarea fácil de cumplir. Estaba marcada por la obediencia y por la humildad. San Pablo exhortaba a la comunidad de Filipo a tener los mismos sentimientos de Cristo: a identificarse con Él. Si al mismo Cristo le costó, es obvio que a nosotros también nos va a costar. Pero sin duda alguna, el Señor ha sido muy sabio para ser el primero en todo y darnos ejemplo de desasimiento, de despojo, de humillación. Hoy es muy difícil hablar tan directamente de estar palabras. En el mundo del empoderamiento, la reafirmación, el alta auto-estima y la reivindicación de derechos postergados, ¿cómo ser humilde y tener en nosotros los mismos sentimientos de Cristo?
La beata Madre Esperanza de Jesús, fundadora de las Hijas del Amor Misericordioso, cuenta en una anécdota que le gustaba tener el hábito de novicia siempre limpio y perfecto; un día cayó en la cuenta que eso le hacía sentirse superior sobre sus demás hermanas, tomó una taza de chocolate y la derramó sobre la tela blanca. A San Martín de Porres le rayaba y le ponía triste el que le llamaran "perro mulato"; resolvió que lo haría su apodo para que no le doliera más y, años más tarde, hasta se reía de sí mismo cuando lo pronunciaba. Santa Teresita del Niño Jesús iba leyendo los textos místicos de San Juan De la Cruz y Teresa de Ávila, y pensaba en cómo ser mística como ellos, hasta que finalmente resolvió que no podía ser del talante de esos santos y se conformaba con sacrificios menores, como tener una postura adecuada en la silla, en el momento del refectorio. El doctor de la Iglesia Tomás de Aquino, un poco entrado en peso, una vez recibió la visita de un fraile que venía de otra provincia para conocerle, pero no advirtió que se trataba de él; Tomás se dejó tratar como un fraile más, para el asombro del otro hermano que, más tarde, había tratado con el mismísimo Santo Tomás de Aquino. Así, los grandes santos han buscado de una y mil maneras, formas de trabajar en su humildad. No hay un método exacto más que el hecho de reconocer en dónde está nuestra debilidad y "herirnos" para salir victoriosos, "tocar la herida" para ser sanados, renacidos, resucitados.
Lo peor que le pudo haber pasado al Dueño y Señor de todo lo creado es tomar la decisión de morir y hacerse débil: quitarse el título de "todopoderoso" para demostrarnos que el verdadero poder reside en el servicio. La Cruz es una escuela que señala que la humildad pasa por el abajamiento. Y estamos llamados a vivirla. "Masoquismo", "represión", "anulación de nuestro ser", podrían ser algunos nombres de quienes no entienden sobre la escuela del sacrificio. Santa Rosa de Lima dijo: "Fuera de la Cruz no existe otro camino para el cielo". Si humilde quieres ser, la cruz debes recorrer.
La palabra humildad proviene de "humus"-tierra. Podría tener un doble significado en la tradición cristiana: Bajar a la tierra, "abajarse", y también reconocernos que fuimos hechos "de humus", de tierra, de barro. Por eso es interesante la concepción de que ser humilde es reconocer quiénes somos (de dónde venimos), para ser mejores de lo que somos. Qué triste que el concepto de humildad se haya reducido a "lo pobre", "al que no tiene", cuando realmente quién es humilde es totalmente rico. Reconociendo quién se es realmente, de lo que se tiene y de lo que se es capaz, no se puede alardear más, uno no puede creerse "más".
Ser cristiano es tener como distinción la humildad.
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