¿Guerra contra el reaguetón o contra la sodomia musical?
Durante los últimos meses, un grupo de rock cusqueño, que viene adquiriendo fama y reconocimiento, viene haciendo alarde de sus conciertos "anti-reagguetón" y compartiendo titulares locales que hablan de la intención. No es la primera vez que he escuchado esto.
Aleks Syntek, un famoso cantautor mexicano, de quien escucho su música desde que era adolescente, había hablado abiertamente de una guerra directa contra el género hace un par de años atrás, recibiendo toda una serie de críticas. No es para menos. El argumento de la guerra contra el reaguetón se ha basado en las letras de las canciones. Syntek diría que "no es adecuada" para la niñez y la juventud. Sin embargo, no puedo hacerme hater del autor de "Duele el amor", porque siento que el problema es mucho más profundo: Hay una sodomía musical incorporada en más de un género. Y es que si hablamos de "letras no adecuadas" por su sexualización, incitación indirecta o muy directa, hasta algunas baladas de los 80's y 90's, muy bien poetizadas, incurren en el mismo error.
Nunca fui reaggetonero, pero crecí con este género. Saludo a quienes no lo adoptaron en su cotidianeidad; pero en mi caso, aunque era muy cristiano, monaguillo, miembro del coro parroquial, catequista y varios etcéteras, me gustaba el ritmo de Daddy Yankee, Rakim y Ken-Y, Wisin y Yandel y otros... Claro, no puedo defender lo indefendible en cuanto al contenido de varias composiciones... pero la corruptibilidad de las letras también la he visto en la salsa, en la cumbia, en el huayno, en el pop, en el trap, y ¡en el mismo rock! Ya son varias décadas que la humanidad asiste a nuevos "compositores" que no tienen otra musa de inspiración que el acto sexual. La sodomía musical que no discrimina géneros. El famoso Residente dicen que "todo el mundo piensa en eso" y, suponiendo, que sea así, como en todas las campañas "antis" que tienen una alta probabilidad de no tener éxito, más que promover enfrentamientos, la estrategia de prevención en cuanto a la composición musical sería una formación cultural que pueda tener una mayor amplitud de lo que significa el amor, el amarse y, bueno, finalmente, el encontrarse el uno con el otro.
Pero no estamos preparados para esta conversación. La sociedad no está preparada para espacios de cultura que le proporcionen nuevas aristas sobre el significado del amor. La sexualización y genitalización nos respiran en la nuca y ya no está solo al alcance del público efervescente adolescente, sino hasta de los infantes, cuyos padres y madres de familia crecieron también en un mundo sexualizado, sin pudores, y pensando que hemos superado una medievalidad.
Hace una semana, un argentino compartió con hazaña el haber inventado la "máquina anti-reaguetón" que calla las bocinas de sus vecinos que reproducen este tipo de música. Señores y señoras: Esta no es la auténtica batalla. Estamos perdiendo energías en enfrentamientos sin rumbos, cuando la solución está más cerca, tal vez al pie de un libro.
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