Encontrarnos con Domingo, encontrarnos con nosotros mismos...




Una peregrinación por los lugares que Domingo de Guzmán recorrió anima a todo dominico a sentir la frescura siempre viva de aquel hombre del siglo XIII que –como dice Fr. Orlando Rueda- “al mundo incendió el fulgor de predicación”. Muchas emociones encontradas se han sentido a lo largo de los dieciséis días en que más de 120 hermanos y hermanas en formación inicial nos acompañamos unos a otros, “tras las huellas de Domingo”. Como es obvio, no podremos agotar en estas líneas todo lo vivido en esta peregrinación dominicana; solo queremos que se queden con algunas pinceladas, con este collage de impresiones que aún nos sigue impresionando… Pensábamos presentar “la otra cara de la peregrinación”. Todos ya saben que recorrimos Madrid, Segovia, Caleruega, Silos, Gumiel de Izán, Osma, Lourdes, Toulouse, Fanjeaux, Prulla, Carcasona, Siena, Roma, Florencia y Bolonia… pero detrás de todo este viaje, no queremos que solo nos quedemos con esta idea: “¡Cuánto conocieron!, ¡qué buen paseo turístico!”, sino con una que puede recobrar el sentido del peregrinar: “¡qué hermoso es vivir los hermanos unidos!”, así, orando juntos, caminando juntos, conviviendo juntos, renovando nuestra vocación juntos.

En primer lugar, si veníamos de todas partes del mundo, ¿cómo nos comunicamos? Los tres idiomas oficiales de la Orden (español, francés e inglés) fueron nuestros puentes; cada peregrino llevaba un fotocheck con su nombre, nacionalidad y los idiomas que hablaba/entendía representados en unas banderas. Así mismo, con antelación al evento se nos organizó en cuatros grupos idiomáticos: “Las Casas” en español, “Lagrange” en francés, “Eckart” y “Fenwick” para los de habla inglesa, de tal manera que las traducciones (no simultáneas) se dirigían a cada público, a veces en común, otras por separado. Así mismo, cada grupo iba preparando y presidiendo la liturgia por turnos, de tal manera que un día orábamos en español, otro día en francés y otro día en inglés, sucesivamente. Pero los momentos más gozosos de la oración eran cuando entonábamos al unísono “La Salve” y el “Oh Lumen”; todos cantábamos con un solo corazón... ¡Cómo olvidar las Completas solemnes el día 15 en Bolonia junto con los frailes del Capítulo General, yendo en procesión hacia nuestra Madre del Rosario y hacia los restos de nuestro padre santo Domingo! Ahí ya no había “idiomas”, ahí había un solo corazón.

El tema de los idiomas resultó una dificultad, pero era al mismo tiempo una riqueza; cada día íbamos conociendo modos de celebrar la liturgia, los mismos que confluían en una sola alabanza. No podemos negar que más de uno se distrajo en medio del gran esfuerzo que los traductores voluntarios realizaban para llevar el mensaje fidedigno del guía, pero toda lo vivido nos llevó a reafirmar, al final de la peregrinación, la necesidad de estudiar otros idiomas para comunicarnos más con nuestros propios hermanos. Hermanos y hermanas, estudiemos.

En segundo lugar, fueron muchas las ocasiones en que caminamos juntos, aunque en realidad no de manera olímpica como nuestro padre Domingo. En dieciséis días es imposible recorrer tantos lugares. Nos ayudamos de algunos buses contratados para trasladarnos de una ciudad a otra, pero llegados a un determinado paradero echábamos a andar. Fr. Bruno Cadoré (Maestro de la Orden), Fr. Franklin Buitrago (Secretario General), Fr. Orlando Rueda (Socio para la Vida Apostólica) y Sor Marie-Therese Clement (Coordinadora de las Hermanas Dominicas Internacional) hicieron gala de su itinerancia; ellos nos animaban a caminar, a subir y bajar escalones en medio de los altos grados de temperatura que nos acompañaban (¡en Roma llegamos a 40°!). A ellos, casi nunca los vimos cansados; nosotros, los jóvenes, aprendimos mucho de ellos.

Pero lo más maravilloso de este caminar era el vernos pasar en medio de las calles, de las plazas, de los sembrados, de los buses y metros… Todos juntos, como familia, identificados con nuestros hábitos, íbamos de un lugar a otro diciéndole a gente en nuestros pasos: “¡Aquí estamos, somos los dominicos; no estamos yendo a una fiesta de disfraces, estamos de fiesta… estamos cumpliendo 800 años!”. Dos son las experiencias que consideramos más entrañables: Uno, el caminar juntos de Fanjeaux a Prulla, recorriendo los sembrados de girasoles y los trigales, respirando el espíritu contemplativo de Domingo, imaginándonos qué le diría Dios a Domingo y viceversa, viendo pasar a los hermanos y hermanas entre el silencio y la alegría… Otro, el caminar juntos desde la colina de Santa María del Monte (donde nuestro padre sintió que era el momento de partir) hasta el convento de San Domenico (antes San Nicolás) donde murió; es el famoso “paseo de las antorchas” que apreciamos en las redes, con su toque contemplativo y profético: “¡Aquí seguimos los dominicos, queremos seguir iluminando!”. Mientras pasábamos por las calles de Bolonia, a eso de las diez de la noche, los comensales de un restaurante salieron a tomarnos fotos y un grupo de jóvenes subidos en un bus nos levantó la mano con alegría. En realidad, la gente aún espera mucho de nosotros, pero necesitan vernos, ¡necesitan vernos  caminar juntos!

En tercer lugar, fueron dieciséis días para convivir juntos; para conocernos, amarnos y despedirnos como hermanos. Gracias a las experiencias de colaboración en algunas provincias, algunos se conocían, pero la mayoría se encontraba ante un abanico de nuevos hermanos y hermanas. Nuevamente el fundamento idiomático facilitó la comunicación y las relaciones en algunos grupos, pero algunos, más allá de su conocimiento o no de las lenguas, trascendieron por el lenguaje fraterno y alegre que irradiaban. Recordamos con alegría a nuestros organizadores ya mencionados que hablaban las lenguas oficiales, y hasta el italiano; pero también a Fr. Emmanuel de Puerto Rico, que con su picardía y chispa se llevó el corazón de todos los peregrinos; también Fr. Jordán de China o Fr. Jhon Baptist de Vietnam; nuestras hermanas de Sudáfrica con sus excelente voces, Fr. Clement de Francia y su pasión por la liturgia; la sencillez y alegría de Fr. Pedro de México o Fr. Daniel de Argentina, Fr. Wojciech de Polonia improvisando un tema compuesto a Domingo en el rito del envío… Nuestra familia, como toda familia, está compuesta por muchos rostros; cada uno es un deseo amado por Dios, cada uno tiene mucho que enseñar a otro…

Finalmente, la peregrinación nos permitió renovar nuestra vocación. Fr. Bruno se encargó de ofrecernos algunas pautas (a modo de retiro espiritual) en algunos lugares específicos, para que no perdamos de vista el sentido de nuestro andar. En las vísperas inaugurales de la peregrinación nos pidió que este encuentro con los lugares de Domingo sea un encuentro también con nosotros mismos. En la primera misa celebrada en el Monasterio de Santo Domingo el Real, donde las monjas conservan la pila bautismal de Domingo, nos invitó a que cada uno sea un “hogar de vida” para otro; en Segovia, el lugar donde históricamente Domingo pasó una navidad en penitencia, nos ofreció su modo de comprender los nueve modos de orar de Santo Domingo, explicándolo de modo ascendente: desde el abajamiento del ser (la postración) hasta la contemplación de Dios en compañía de los hermanos, de pie, en camino. En Osma nos recomendó la importancia de la fraternidad para un dominico, tal como Domingo la vivió en su cabildo, tal como Dios lo quiere para nosotros. En Roma, tras haber pasado por Siena, nos recordó que Catalina, así como Domingo, fueron hijos de la Iglesia y su ser se movió en relación a ella, para trabajar por ella. Finalmente en Bolonia, nos pidió que renovemos nuestra vocación para que nuestro apostolado sea un apostolado creativo: “Vayan y prediquen”.

Muchos pudieron acompañarnos gracias a las publicaciones que tanto los frailes como las hermanas hacíamos en cualquier momento del día; Ordo Praedicatorum, el fanpage oficial de nuestra Orden compartía las experiencias vividas de los peregrinos a cargo del Equipo de comunicaciones de la Orden, ¡un gran equipo! Por su parte, Dominicantes, el fanpage de la pastoral radial de los estudiantes de Perú fue uno de los sitios más vistos y compartidos por nuestra familia dominicana. Sin embargo, la peregrinación no ha terminado allí. Los peregrinos hemos creado un grupo de Facebook para seguir entrelazando experiencias y esperamos acompañarnos mutuamente en nuestro largo camino como Predicadores y Predicadoras del Evangelio.


Agradecemos a Dios y a nuestros superiores por darnos la oportunidad de este encuentro internacional y fraterno, encuentro con la propia identidad dominicana. Deseamos que en algún momento todos los dominicos podamos pasar por esta peregrinación, pero sobre todo, deseamos que cada uno se encuentre consigo mismo; solo así podemos encontrarnos con el otro, que clama nuestra mirada en este peregrinar llamado tierra y solo así podremos poner nuestro hombro en el proceso de refundación de la Orden de Predicadores. 

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