Se trata de personas...
(Artículo escrito el 23 de setiembre del 2018)
Cuando leía el artículo que la historiadora Carmen Mc
Evoy publicó hace unos días en un conocido diario, recordaba con tanta tristeza
el pasaje joánico-lucano de Jn 8,1-11. Esta vez, “las pecadoras” eran jóvenes menores
de edad que han sido víctimas de trata y que fueron encontradas en diferentes antros
de nuestro país. Indagando un poco más, veía que no solo se trataba del caso de
Perla (de 16 años, Quispicanchi), sino de muchísimas más jovencitas en el norte
(Trujillo), en el centro (Huánuco, Tingomaría, Tarma), en el sur (Cusco, Tacna,
Moquegua, Arequipa) y sobretodo, en nuestra selva peruana (Puerto Maldonado).
Ellas coinciden en la afirmación de haber estado
trabajando como “damas de compañía”, siendo obligadas a ingerir alcohol y hasta
mantener relaciones sexuales con sus clientes. Fueron encontradas en pecado.
Muchas de ellas soñaban con un futuro mejor, habían salido de sus pueblos,
avasallados por la pobreza, y se vieron engañadas por crueles e inhumanos delincuentes. Luego, se vieron
en la peor encrucijada de sus vidas y no podían escapar. Por eso, cuando fueron
rescatadas, agachan la cabeza, se esconden, las lágrimas recorren sus mejillas.
Nuevos mesías vestidos de uniforme las han rescatado. Han sido duros, les han
preguntado de todo, pero las quieren salvar. Su dignidad se vuelve endeble, sus
nombres temer ser puestos en las noticias de periódicos, sus vidas se exponen
al escándalo de ser encontradas en lamentables situaciones, se ven comprometidas con su “pecado”. No dudamos que
muchos de sus conocidos ya las deben estar juzgando, a punto de tirar la primera piedra.
La mujer adúltera del evangelio también es encontrada
en tristes circunstancias, también ha sido expuesta al escándalo. Pero, si recordamos,
nunca sabemos qué pasó con la otra parte, el adúltero. ¿Dónde estaba?, ¿por qué
el texto no lo cita?, ¿no será que habría forzado a su víctima y huyó? O peor
aún, ¿no será que después de haber sido descubierto fue defendido por la injusticia
de los suyos? Sí, porque esto le ha pasado, inauditamente, a los adúlteros de
nuestra actual historia: Nuestro sistema de justicia peruano ha venido determinando
que los crímenes de algunos y algunas canallas no aparecen probados debido a
que las víctimas “no fueron obligadas a
ejercer la prostitución” (Ver el dictamen de la Sala Penal Superior del
Distrito Judicial de Madre de Dios sobre el caso del bar “La Morenita” o el de
la Corte Suprema respecto del fallo emitido por la Sala Penal Superior de Ica
sobre dos menores captadas en Trujillo). Ahí están nuevamente, nuestras
pobres jóvenes, salvadas momentáneamente, mientras que otros pueden darse el
lujo de tirar todas las piedras posibles. La justicia no ha llegado
completamente.
Me aterra pensar que las jóvenes rescatadas se sientan
así, pecadoras. Solo es una hipótesis. Por más que le doy vueltas al asunto, no
resisto pensar que su liberación haya sido total. Hay muchas cosas que sanar. ¿Qué
les puede estar diciendo Jesús? “¿No te condeno, vete y no vuelvas a pecar?”. Este
final necesita de más compasión, pues su pecado no necesariamente ha sido fruto
de su libertad. Y si se diera el caso, fue consecuencia de una serie de
acostumbramientos a los que se vieron sometidas en medio de la desesperación,
como es el caso de muchos tantos niños y mujeres (en su mayoría), víctimas de
la trata de personas.
Hoy, 23 de septiembre, que nuestro mundo se pone en pie
para decirle NO a la trata de personas, me vuelvo pedilón con nuestro Dios no
solo para pedirle justicia, sino para hacer que todos y todas veamos de una vez
por todas que esto existe y necesita ser denunciado y prevenido. Pero
sobretodo, necesitamos que todas las víctimas se sientan reintegradas en su
propia historia y puedan recibir la ayuda necesaria para su proceso de
reconciliación, tal vez insistiendo en la construcción de casas de acogida para
todas estas personas heridas.
Al final de este encuentro con la Verdad, necesitamos al
verdadero Mesías, aquel que no juzga. Aquel que baja la cabeza para dejar que
unos y otros se den cuenta de lo que están haciendo. Gracias porque nuevas
personas que luchan por la paz y la
justicia vienen consolando a los tristes. Pero, Jesús, necesitamos que te
quedas a solas con cada una de ellas. ¡Jesús, te esperan! Muéstrales, Señor, tu
misericordia, y dales tu compasión.
(*) Para
más información sobre la Trata de personas, te invito a que visites:
Organización Internacional para las Migraciones –
Misión Perú
Red
Kawsay – Vida Consagrada por una sociedad sin trata de personas
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