Historia de otras almas

Sensibilidad por Dios



Hace unos días, mientras compartía algunos momentos con mis hermanos postulantes y novicias dominicos, la hermana Azucena nos contaba que el grupo de aspirantes y postulantes que acuden a formarse a la CONFER viven una etapa llamada  de “sensibilización”. No faltaron  las bromas a propósito. “Sí, cuando eres postulante eres muy sensible...”. Esto es cierto en parte. Ingresar a un nuevo estilo de vida que  confronta tus verdaderos miedos y aspiraciones te hacen  muy, muy sensible. Pero no podemos negar que otros han traspasado todas las etapas de formación y se ponen muy sensibles para todo... (incluso a veces lo vamos arrastrando). Por otro lado, puedo deducir que el objetivo de esta etapa de sensibilización es el de hacer ver a todo joven que la experiencia nueva que está viviendo requiere de una adaptación especial, una sensibilización en medio de tales circunstancias. Sensibilizar, por tanto, es válido para cualquiera de las etapas, solo que muchas veces lo damos por hecho que estamos preparados, "sensibilizados".

Pero volviendo a la broma  de que “cuando eres postulante eres muy sensible”, recuerdo tan bien mis pintorescas crisis de esa preciosa época. Ahora me río de mí mismo. Ponerme en crisis porque alguien no me miró, porque alguien dijo algo sin querer y me afectó tan profundamente (cuando no fue su intención)… y hasta ponerme en crisis por tener mejores calificaciones que otros. ¡Qué absurdo...! Así fue: Al iniciar los estudios de Filosofía convalidé algunos cursos que ya había llevado en la Universidad, por lo que me quedó cursar, en aquel ciclo, materias de varios años, y fáciles de manejar. Al terminar el semestre había obtenido las mejores notas de mi vida (con el paso de los años los cursos se hacían más difíciles; y sí, debo reconocer que también me he ido descuidando...). Resultó que me felicitaron delante de mis hermanos por tan buenas notas. Yo entré en crisis. Preguntándole a mis hermanos me enteré de que no todos habían salido bien. Inauditamente yo entré en "crisis" por un problema que no era mío... En medio de todo ese discurso “inocente y tonto” me propuse ser más humilde para mostrarme a los demás no como el sabelotodo, sino como un hermano como los demás. Nada más falso. Primero: tener buenas notas no te hace diferente a los demás. segundo: Si Dios te ofrece algo es para aprovecharlo. Tercero: si quieres demostrar a otros que tienes una virtud especial te engañas a ti mismo; no tienes que demostrar nada a nadie, sé lo que eres y punto.

Justo ahí intervinieron Lito y Santa Teresita. Llevaba meses de conocerlo (a él) y me había caído muy bien. Me veía triste y afligido; entonces, me prestó una de sus obras más preciadas: las Obras completas de Santa Teresita del niño Jesús y de la Santa faz. Conforme iba avanzando las páginas de aquel escrito mi corazón se iba emocionando: Esta mujer había sido tan “sensible” en sus primeros años hasta que fue religiosa y había madurado increíblemente mientras había ido conociendo más a Jesús. No había tenido revelaciones místicas o apariciones extraordinarias. Todos los signos que recibía los encontraba en la realidad. La presencia de Dios en todo era su signo. Se quedaba dormida en la oración, había resuelto no hacer penitencias extraordinarias porque sabía que Dios no quería cosas extravagantes para decirnos cuanto nos amas; tampoco se preocupó por escalar en la santidad por medios de pasos o escalones determinados, ya que descubrió que los brazos de su Señor eran como un ascensor que te llevan directamente a Él cuando tú te dejas abrazar por Él. Una santa sin "nada especial" y con mucho de especial... En fin, todo lo que ella decía me iluminaba y me animaba a dejar el “sensibilismo” sin dejar de ser sensible… a dejar atrás los caprichos y niñerías para creer que es posible tomarse en serio el camino de la radicalidad, de ser sensible al amor de Dios que toca nuestra puerta. Obviamente, aun no lo he conseguido. 

Terminar de leer Historia de un alma abrió el paso a que escribiera la historia de otra alma, la mía propia. Y así como ella descubrió que Dios la había plantado en el jardín del Carmelo para ser feliz, siento que Dios me ha traído al jardín donde ha caminado Santa Rosa y San Martín, Santa Catalina y Santo Domingo de Guzmán, ¡también para ser feliz! Le agradezco mucho a Dios el darnos esta amiga especial que, como he comprobado, no solo ha llevado a muchos (no solo religiosos y religiosas) a darse cuenta de los propios caprichos para emprender el camino hacia la madurez. Hace mucho que quedó atrás la idea de que solo "algunos" vestidos con hábitos pueden ser santos… ¡todos estamos llamados a serlo! Y en la palabras "todos" entran todos.  

Como San Pablo, aún seguimos  corriendo hacia la meta, nuevamente caemos y nos levantamos, y caemos nuevamente y nos levantamos, pero aquí continuamos el recorrido, porque tenemos una convicción: ¡todos nuestros nombres están escritos en el cielo! 

Santa Teresita del Niño Jesús, ruega por nosotros. 

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