Parábola del Buen Doctor
Quiero hablar sobre la Vocación. Estoy seguro que
todo libro o página que en el mundo que se escribe tiene una chispa de esta
palabrita, pues toda vocación imprime el llamado a vivir en lo que queremos, en
aquello que nos hace realmente felices, y que -de paso- presta servicio a la
comunidad en la que nos desenvolvemos. De esta manera, si alguien escribe sobre
Botánica, quiere reflejar su vocación por la naturaleza, y de paso nos ayuda a
comprenderla en términos más científicos. Quien escribe sobre matemática es
porque le apasionan los números (¡aquellos héroes!) y encuentran en estos una
forma de explicar el mundo… Pero eso sería en cuanto a la vocación con
minúscula, puesto que si nos referimos a la Vocación como estado de Vida, bien sabemos que esta dulce palabra
nos envuelve en todo un misterio, ¡Pues hay tanto qué decir!
El evangelio de San Mateo nos relata el pasaje del
llamado de este Apóstol y evangelista y que inspiró a San Beda, el Venerable, a
decir: “Lo miró con misericordia y lo eligió”, lema que a propósito,
caracteriza el pontificado de Francisco. Luego de este llamado, y ante la
actitud adversa de los fariseos, Jesús dice: “No vine a llamar a los que están sanos, sino a los enfermos” (Mt 9,
12). ¡Jesús es el buen Doctor! Esta imagen me parece sugerente y puede ser
reforzada si tenemos en cuenta que nuestro Mesías se valió de imágenes tan
cercanas a su realidad (Sembrador, Pastor, Luz, el Pan…). No tengo duda de que
la imagen de Doctor también puede decirnos mucho.
De seguro se nos viene a la mente el pensar que
“Dios nos ama tal y como somos”. Y siendo todos pobres pecadores, le necesitamos
tanto como un enfermo en la sala de emergencias a un doctor. Entonces, ¡Todos
estamos enfermos y necesitamos que nos sanen! Cada de uno de nosotros adolece
de alguna enfermedad en especial y tratamos de sobrellevar nuestras dolencias.
Algunos prefieren la medicina natural (que no está nada mal) o el pensar que
“Ya pasará”. Sin embargo, debemos reconocer que no podemos hacerlo todo, no
somos autosuficientes... Otros, un poquito más preocupados por su salud,
prefieren ir a un Hospital, y si no lo hubiera, a la posta más cercana. Allí
encontrarán a un doctor, algunos recién iniciándose en la labor y otros con más
experiencia; pero todos con buenas intenciones, ¡Por algo se hicieron médicos!
Y resulta que hay días en los que las postas y los
hospitales están llenos, y todos necesitan ser atendidos. Por eso es que se
necesitan más manos. Pero eso no significa que vamos a llamar a inexpertos en
enfermedades para que nos hagan el favorcito. ¡Empeoraríamos las cosas!
Estoy seguro que todos los que hoy son doctores
(hombres y mujeres) la lucharon para alcanzar su meta, y para eso se formaron
en una universidad. Han pasado varios años como estudiantes comunes y corrientes,
yendo de un lado a otro, haciendo turnos por aquí y por allá (sus prácticas
pre-profesionales), amaneciéndose… en fin, lo que no siempre implica del todo un sufrimiento: la
alegría siempre está en el camino.
Pero el hecho de que ya sean doctores, no indica que
ya estén curados. De hecho, nadie está libre de las enfermedades. Si hoy son
doctores es porque viendo que hay tantos enfermos quisieron ayudar en esa labor
por la Salud.
Tú y yo también estamos enfermos. Nuestro mundo está
lleno de enfermos. Un día me cansé de la medicina natural, pues no me hacía
efecto, quise curarme y fui al hospital. Allí me estuve curando hasta que un
día decidí convertirme en doctor, para ayudar a tantos enfermos. Y descubrí que
estaba tan enfermo, que no podía ayudar si antes no me voy sanando también. Esta
es también la historia de tantas muchachitas y muchachitos que un día también sinten
ese llamado a ayudar.
Pero no todo es fácil, antes tenemos que formarnos.
Para eso, nos vamos a otro hospital: un hospital para futuros doctores, donde
también nos “desvelamos” y la luchamos. Algunos llegamos a la sala de
emergencias, con terribles heridas (y hasta no nos gusta ver la sangre),
mientras otros, ya están más preparaditos.
Van pasando varios años, silenciosos, conociendo más
acerca de nuestras enfermedades y de lo que nuestro mundo necesita. Algunos ya
van experimentando lo duro que es este campo cuando se les envía a hacer
prácticas pre-profesionales, mientras otros prefieren quedarse. Y es que no
solo se trata de pura actividad social (puesto que estresa), siempre se
necesitan de voluntarios que se queden en el hospital, quienes nos vayan
proveyendo de fuerzas para continuar. Esas son: la vida apostólica (que a veces
se agita demasiado) y la vida contemplativa: ¿Acaso no son las dos partes de
nuestro carisma dominicano?
Así nos vamos formando, y hasta nos especializamos
en alguna rama en particular, según nuestros talentos: ¿Quién quiere medicina
general, oftalmología, rehabilitación o cirugía…? Pero tal como decía, eso no
significa que ya estamos curados. No creamos que lo tenemos todo solucionado,
hay que ir curándonos (¡¡¡y dejarnos curar!!!) mientras intentamos ayudar a
curar.
Jesús, tú eres nuestro Buen Doctor. Estando siempre
sano, bajaste para acercarte a nosotros, enfermos; y para llamarnos a darte la
manito, pues “llamas a los que quieres”.
El Hospital de tu corazón está abierto las veinticuatro horas del día, los 365
días del año. A veces nos pedirás que aprendamos a ponernos las vendas y no
esperar ayuditas cuando se supone que ya vamos aprendiendo de primeros
auxilios. Pero dependemos tanto de ti, que a veces nos volvemos caprichosos. Y
por eso acudimos también a tu Madre, nuestra Madrecita, para que nos ayudes: Es
que estamos enfermos, y solo estaremos sanos cuando nos lleves a tu Oficina
Principal.
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