¿Libertad, igualdad y fraternidad? (Versión no oficial de la revolución francesa y la Iglesia)

Sobre la revolución francesa: (Una breve síntesis)

La Revolución francesa fue, sin duda alguna, una de las páginas más inolvidables de la historia universal. Este acontecimiento se desarrolló en un contexto paradójico: Mientras el Rey Luis XVI y su esposa María Antonieta ("Madame déficit"), disfrutaban de una vida lujosa y fuera de preocupaciones, a las afueras París, en el palacio de Versalles, el pueblo sufría la peor carestía de harina y pan en medio de un invierno asolador. Era finales del siglo XVIII y las ideas ilustradas habían  llegado a las reuniones de hombres preocupados por una mejor Francia, libre de regímenes feudales. Entre ellos, Maximilien Robespierre destacó por su audacia, oratoria e ímpetu. Con él, el Tercer estado, que conformaba el 97% de la población francesa, veía a su representante dentro de los Estados Generales que pronto se reunirían para tratar los asuntos referentes a la situación. Las otras dos partes eran el Clero y la Nobleza (solo un 3%).

Es en ese contexto en que se firma la Declaración de los Derechos Humanos, incluso por el mismo Rey Luis XVI, quien –sin embargo- no mostraba una actitud comprometedora con la población. Este hecho llevó al levantamiento del pueblo en la famosa “Toma de la Bastilla” del 14 de julio de 1788 y la misma toma del palacio de Versalles y la marcha hacia el palacio de las Tullerías, en manos de las pescadoras francesas, cansadas de esperar ser atendidas. También significó el inicio de nuevas reuniones en la llamada “Asamblea Nacional” donde se inscribe la primera constitución y donde Robespierre ejerce un importante cargo como líder y dirigente. Pero incluso, con la nobleza entre sus manos, el nuevo grupo naciente vio crecer rivalidades entre sus grupos (jacobinos y girondinos), y esta división era solo una muestra de lo que se vería más adelante.

La aparición de la guillotina y algunos personajes, como el político Jean Paul Marat, saldrían al escenario y clímax de lo desorbitante cuando éste sea apuñalado luego de haber realizado una amplia labor propagandista en búsqueda de derrocar el antiguo régimen a costa de más sangre: no sabría que su muerte atraería un culto profano a su nombre. La instauración de un nuevo orden requirió la cabeza de muchas víctimas, muchos religiosos y miembros del Clero que fueron perseguidos y sometidos, por comulgar con un "primer Estado", privilegiado en muchas cuestiones, y por ende "culpable". Sí, gracias al periodo de la Ilustración y el reconocimiento de que cada hombre y mujer es capaz de pensar por sí mismo es que se iniciaron los debates para derrocar todo antiguo régimen. Pero la ilustración de los combatientes de la revolución no llegó a hacer muy racional que digamos. La consigna era destruir todo lo que sonara a “antiguo”, “tradicional”. La Iglesia y la fe eran parte de ello. El periodo de descristianización de Francia cambió los nombres de las calles y de los meses, alargando la semana a 10 días, tratando de que no quede vestigio de lo que significa el domingo cristiano. Los protestantes y otras minorías religiosas aun no reconocidas del todo no sufrieron tanto, en esta época, como sí los representantes del catolicismo. Para la Iglesia católica, la Revolución se convirtió en la peor pesadilla de la época: siendo parte de un “primer Estado”, los revolucionarios buscaron emanciparse de autoridades, de las costumbres y tradiciones apostólicas y del mismo Dios. Aun con muchos mártires, no lo lograron. En medio de tal crisis persecutoria, cientos de cristianos deambulaban y vivían su fe escondidos en graneros y alcantarillas, en casas abandonadas y en sótanos; las voces de los nuevos misioneros tenían la esperanza de ver pasada tan horrenda situación. A costas de nuevos santos inmolados, la sangre de los mártires se convertía en semilla de nuevos cristianos. 

Robespierre sería, en adelante, quien sembraría el “Terror” y el “Gran terror” que teñirían de púrpura las calles francesas: En sus manos se tomó la decisión de la decapitación de Luis XVI, y luego de María Antonieta, tras haber confabulado un escape hacia Austria y haber preparado maniobras para recuperar su poder.  Con la muerte de Robespierre se acabaría con una terrible etapa que dejó como saldo más de 40.000 personas asesinadas solo por hecho de no estar conforme con la Revolución. ¿Dónde quedó la igualdad, la libertad y la fraternidad? Todas ellas guillotinadas. 

Para los cristianos, aparecía una nueva época cristiana que debía comprender, finalmente, que debía abandonar el poder temporal para hacerse a uno con los no poderosos y afligidos. La gran lección de la Revolución para la Iglesia es la memoria de su lugar en la tierra, en medio de los sufrimientos. Por otro lado, se desprende otra asignatura pendiente: ¿cómo evangelizar a los estoicos y ateos que se propagaron rápidamente por el mundo a partir de todos esos hechos? La respuesta es revolucionaria: Siendo efectivamente testigos de la libertad la fraternidad y la igualdad. 

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